Opinión

Froilanistas/Leonorcistas

Si las reglas sobre la sucesión a la Corona recogidas en la Constitución española no contuviesen —como de hecho contienen— resabios de discriminación por razón de sexo, hoy no sería rey Felipe VI, sino su hermana Elena, primogénita de Juan Carlos y Sofía. Pero la Carta Magna (artículo 57 CE), en el mismo grado de parentesco, concede preferencia al hombre sobre la mujer con independencia de la edad, por lo que fue Felipe el sucesor y actual rey. Supongo que ese cambio, si se hubiera producido, no nos habría traído consecuencias dignas de mención, y mucho menos habría supuesto el comienzo de un conflicto entre los partidarios de Elena y los de su hermano Felipe, como sí pasó en cambio cuando el rey Fernando VII, en 1830, aprobó la Pragmática Sanción por la que se dejaba sin efecto el Auto de 10 de mayo de 1713, que imposibilitaba a las mujeres acceder a la Corona; así, la hija del Fernando VII, Isabel, (reina Isabel II)accedió al trono en detrimento del hasta entonces legítimo heredero, su tío Carlos María Isidro de Borbón, provocando a la postre una guerra entre los carlistas (partidarios de éste) y los isabelinos o cristinos (seguidores de aquélla). Claro que ésos eran otros tiempos, en los que los monarcas, además de reinar, gobernaban con un poder absoluto, campaban a sus anchas, se casaban entre sí, qué más da que fueran un tío con una sobrina —así salía a veces lo que salía—, y ponían a las damas de la Corte mirando para Cuenca con el beneplácito de todos. Hoy, dos siglos después, todo eso se ha acabado, y la institución monárquica no es ni una sombra de lo que fue. Por suerte.

Ahora bien, antes decía que, si aún rigiese la Pragmática Sanción de Fernando VII, habría sido Elena la sucesora al trono, por ser la hija mayor; lo que habría convertido a su hijo Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón en Príncipe de Asturias, y futuro rey de España. El mismo que, si en 2014 repetía el segundo curso de la ESO por tercera vez, en una transformación mágica lograba en dos años aprobar 3º y 4º ESO, y 1º y 2º curso de Bachiller.

Ahí tienen al chaval; a ver qué dicen ahora los que dudaban de su capacidad intelectual. ¡Cómo no va a ser Grande de España! ¡Enorme! Y a todo esto, convendrán conmigo en que es una lástima que las reglas no sean otras, pues, ¡qué rey nos hemos perdido los españoles por ese caprichoso machismo del artículo 57 de la Constitución! Froilán lo tiene todo para ser un rey digno de pasar a la posteridad: no se obsesionó, ya desde la infancia, con su educación (luchando contra esa puñetera manía, hoy imperante, de enviar desde pequeñitos a los hijos al extranjero, pugnando las familias pudientes por ser las que más se gastan en  internados elitistas), sino que, cercana la mayoría de edad, Froilán le dijo a su mamá que ya era hora, que se iba a USA a aprobar ESO y Bachiller, costase lo que costase, y a quien le costase. Un niño que ya a los trece años «apuntaba», literalmente, maneras cuando, en un rito de iniciación ancestral, se autolesionó en el pie con un arma de fuego, mostrando al mundo su valentía y pundonor, y de paso seguía la noble y regia tradición de sus ancestros de amor por la caza. 

Las cosas ya no se pueden cambiar, pero en este país de contrastes, en esta nación en la que votamos fervorosamente por que nos represente un chiquilicuatre en un festival internacional, descojonándonos de nosotros mismos, no sería de extrañar que en breve se fundase un partido froilancista, que abogase por la derogación de esa norma machista y sálica de la Constitución, y procurase elevar al trono a Froilán, en lucha encarnizada con los leonorcistas. Quién sabe lo que saldría de tal envite.

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