Opinión

El síndrome se cura en el tajo

 

No he llegado a leer el estupendo trabajo de mi compañera Xiana, perfectamente documentado y ajustado al milímetro a la realidad de lo que los entendidos de la cuestión exponen siempre y cada año por estas fechas. Me ha bastado mirar de reojo el titular para entrar en un estado de cierto regurgitar biliar con el lóbulo derecho del hígado como testigo.

La sociedad actual, y no será por falta de oferta lúdica, entra, a ratos, en ligeras fases de acusadas paranoias que derivan en la catalogación de tal o cual síndrome como si detrás existiese una verdadera causa que lo provoque y una sintomatología cierta que lo sustente. A mi abuelo, que fue picador y en la mina, si hubiese tenido la posibilidad de conocer a sus nietos en las ocupaciones actuales, le costaría Dios y ayuda comprender -y era de muy fáciles entendederas- el verdadero significado de una aparente dolencia que no es otra que la que se sufre todos los días por la mañana cuando un avieso, malicioso y perturbador invento -el del despertador- decide puntualmente sobresaltarte en pleno sueño y en la mejor de las ubicaciones posibles, tu cama.

Además -aquí se explica la febril inquina a todos aquellos que dentro de unos días comenzarán a sufrir el cacareado síndrome-, incluso resulta una extrema falta de la más mínima de las consideraciones comentar el viernes y en la máquina del café lo que le torturan los poco más de tres cuartos de hora que lleva en el curro con aquellos compañeros que todavía no han tenido la posibilidad de ni tan siquiera disfrutar de su merecido descanso. Pero, si  aún así es víctima de él, tranquila/o, al igual que el constipado se supera en siete días o una semana, el síndrome postvacacional se cura en el tajo. 

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