Opinión

El flipe por un trozo de papel


Tras brujulear por el mundo acabó dándose cuenta de que fotos parecidas a las que hizo en Londres le esperaban a la puerta de su casa. Tardó más de veinte años en caer al barrio, ese lugar de paso entre el sitio que yaces y el que paces. Las imágenes del reencuentro podrán verse en octubre en la exposición “15007 Stranger things” como prueba de que en un barrio obrero de A Coruña también se esconde arte si se sabe mirar o se hace con la óptica limpia de prejuicios.

Se acercó a pedirles permiso para capturar el cariño que puede desprender un gesto de manos

Las inauguraciones de Amador Iravedra, un fotógrafo “de cosas raras”, según lo retrató a él un retratado e inspira el título del último trabajo, suelen ser sonadas. Con la exposición sobre la vida diaria en un circo se llevó de paseo a dos elefantes por A Coruña. Para anunciar la muestra en Santiago de las imágenes de sofás que se encontró abandonados por las calles de Londres sentó un Chester en la baca de un 600 y se paseó por el Obradoiro y la Quintana. En esta ocasión no quiere que haya que salir de los Mallos y de la Sagrada Familia, su barrio, para disfrutar de la cultura.

Ultimando los preparativos, hace un par de semanas se encontró a una pareja canosa de la mano bajo la luz de la tarde en un parque de la Sagrada. Se acercó a pedirles permiso para capturar el cariño que puede desprender un gesto de manos. Les contó la película de la exposición que está montando, advirtiendo de que no se les vería la cara y no le costó conseguir permiso. 

Les costó contener las lágrimas cuando recibieron las imágenes en papel. “Estas son para guardar”, comentó el hombre

Una vez tomada la escena que había esbozado la cabeza de un tipo concienzudo con el resultado, y cuando ya se disponía a dejar de dar la turra le pidieron que les sacase una foto “pero para nosotros”. Resolvió con un plano americano y un encuadre de cuerpo entero de la añosa pareja abrazada por una luz cálida.

Este semana los telefoneó para entregarles las fotos. A los diez minutos ya esperaban en el parque. Les costó contener las lágrimas cuando recibieron las imágenes en papel. “Estas son para guardar”, comentó el hombre. “Son para enmarcar”, añadió la mujer. Casi lloran los tres. Iravedra los dejó contemplando las fotos. Se fue del parque más feliz que si le acabasen de conceder un premio de los gordos y reflexionando sobre la era tecnológica en la que la gente “flipa” al recibir su imagen en un trozo de papel.

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