Opinión

Menos insultos y más dialéctica

Si es cierto que los parlamentos son el reflejo de la ciudadanía, pues vamos apañados. A veces no se comprende que las cade- nas de televisión paguen un pastón a personajes histriónicos y de toda ralea para que se insulten con la finalidad de pescar audiencia cuando más barato les saldría retransmitir los debates de los repre- sentantes elegidos por el personal. El nivel es parecido.

En el Congreso y en la Cámara gallega se presenció ayer otra repre- sentación circense. Si mal está que Yolanda Díaz, la viceportavoz de AGE, recurra siempre al calificativo de "narcotraficante" para referirse al presidente de todos los gallegos, tampoco Feijóo puede perder la compostura y calificarla de "calaña política" cuando se está tratando un tema tan espinoso como la situación del Concello de Santiago. Atufa a sospecha en todos lados, pero es más creíble abordar los asuntos por partes que sacar el ventilador para airear lo que sucede en otros municipios con el objetivo de tapar el que no conviene.

Ya está bien. Menos insultos y más dialéctica. O cambiemos la solemnidad del hemiciclo por la taberna. Y al Parlamento se acude cargado de argumentos y ligero de pancartas y camisetas reivindicativas, que para eso ya están los sindicatos, los movimientos sociales y las manifestaciones.

En el Congreso tampoco andan sobrados de oratoria y de formalismo institucional, con la salvedad de Pérez Rubalcaba, que es capaz de deshojar al PSOE de ideología para no empañar su fama de estadista acomodado. En el debate sobre la ley orgánica de abdicación del rey, el portavoz de Amaiur, Sabino Cuadra, sacó a pasear los muertos del GAL en una interpretación escorada de la historia y el del PP acusó a esta formación de intentar matar al monarca y de "homenajear a los asesinos de ETA". Parecía que estaban jugando a ver quién enviaba el despropósito más arriba. Se puede ser republicano o monárquico, pero primero hay que ser persona. Que suban el precio de las copas. 

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