Opinión

Los muertos que siguen contando

La herida volvió a supurar al recibir una carta del banco a nombre de la madre. Le agradecían la vinculación y el compromiso con la entidad durante un montón de años y le anunciaban las nuevas condiciones para no tener que apoquinar comisión por  mantenimiento y administración de la cuenta. Puede parecer una comunicación habitual entre el banco y el cliente, pero la madre falleció en octubre de 2020 en una residencia y la hija ni siquiera pudo abrir la caja en el velatorio porque estaba diagnosticada de covid. “Igual te sirve para una opinión”, comentó después de haberse pegado con el servicio de atención al cliente del banco. Su queja no es como la de la hija de una anciana fallecida en una residencia de la Comunidad de Madrid a la que ahora le reclaman los gastos pendientes de la estancia. “Es como si fusilan a tu madre y te piden que pagues la bala”. La reflexión escuchada al vuelo días atrás –disculpas por no recordar el medio ni haber anotado la autoría– es aplastante.

El caso de la madre de la colega ni se asemeja, pues la había visto el día antes y estaba contenta, pero el covid aceleró los achaques que arrastraba hasta consumirle las últimas gotas de vida. A la hija le quedó la angustia de no haber podido velarla con la caja abierta, como sigue siendo costumbre en algunas zonas de Galicia, agarrada al recuerdo y la carta del banco le pellizcó el ánimo.

La respuesta del servicio de atención al cliente espoleó el cabreo. En vez de atender al instante a la sencilla petición de sacar a la madre de la base de datos para no pasar otra vez el trago en el buzón por una carta a su nombre, el departamento de ayuda telefónica le recomendó pasar por la oficina para realizar el trámite en testamentaría. La colega, de paciencia larga, pero mecha corta para el pitorreo, le aclaró que por testamentaría ya había pasado en su día, la herencia estaba repartida y lo único que pedía es que no le volviesen a enviar más correspondencia a una persona que lleva casi cuatro años enterrada. “Ya, pero si es una persona fallecida tiene que pasar por testamentería”, insistió el servicio que tendría que solucionarlo en vez de recomendar otro paseo. Quizá se trate de otro muerto más sumando en las estadísticas y en las bases de datos, imprecisas y maleables a conveniencia de los vivos.

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