Opinión

De mustio asesor a alegre florista

La sorpresa fue recíproca. A las ocho y cuarto de la mañana Paco esperaba en la calle la llegada del peluquero para podar el flequillo. La última coincidencia mañanera sin cita previa había sido a la salida de un antro poco recomendable hace más de un década. Pero como todo pasa, nada permanece, según dijo Heráclito 25 siglos antes del reencuentro de dos colegas, le chirrió más que en ambas cabezas siguiese asomando pelo que cortar que el amanecer del chófer de anécdotas para caminar y sacar unas fotiñas. “¿Calentando para la campaña?”, bromeó, “aunque te cambiaría estar pendiente de una cuantas elecciones por el mes de enero que las asesorías acabamos de pasar. Hasta hoy no he tenido un minuto para venir a la peluquería y mira a qué horas lo hago”..

La primera reacción fue pensar en el madrugón del peluquero, que en muchas ocasiones continúa dándole a la tijera a las diez de la noche, pero los que curran en asesorías y gestorías son los imprescindibles anónimos que aligeran el papeleo y facilitan el funcionamiento de la maquinaria de la sociedad del bienestar. Trabajan a cubierto y no chupan frío ni lluvia, como desea toda madre o padre, pero el cobijo lo pagan con una vida al gancho del plazo. “A mí ya sabes que no me queda más remedio y no me disgusta”, comentó con tono de resignación. El negocio de la gestoría o el marrón, según el grado de entrega, fue heredado del padre y hasta para bajar una cuesta es mejor correr sin pensar.

Como el peluquero se retrasaba, continuó con el repaso a las duras condiciones de su actividad y al achuche que les impone  Hacienda para presentar la documentación. “Fíjate si es agobiante esto que un amigo con una asesoría en Madrid que funcionaba muy bien, después de la pandemia decidió mandarlo todo al cuerno para montar una floristería con su mujer. Ahora el tío está encantado y también le va estupendo. No sé si ganará más, pero en descanso seguro y en alegría también”. El peluquero se presentó a la carrera, subió la trapa mientras explicaba al aire los motivos del retraso. Al minuto ya chascaban las tijeras por la cabeza de un cliente que había llegado antes que Paco, quizá pensando en qué suerte tienen los asesores con horario fijo. 

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