Opinión

Pin y pan

Si puedes ir en estado de calma, las colas en las tiendas de telefonía móvil resultan un excelente mostrador de una sociedad que navega a distintas velocidades. Un hombre con la prisa de un funcionario jubilado explica que su veterano teléfono tira fenomenal, pero ha bloqueado sin querer a su mujer y no recibe sus llamadas. "Ha sido a propósito", bromea un rapaz. Roto el hielo, se ofrece a solucionar el problema, ahorrarle tiempo y aligerar la espera. "Bueno, pero también quiero que me lo miren aquí. No tengo prisa", responde con desconfianza. 


"No hay hombre bueno, no hay hombre bueno, ni mi marido", chancea una señora mientras el chaval arregla el problema. Enseguida explica que la fecha de su teléfono anda por diciembre de 2004 y no es capaz de cambiarla. La alusión es inmediatamente recogida por un mozo con paciencia como para empezar a trabajar inmediatamente en la tienda. Con el reloj en hora y el calendario al día, la señora da las gracias pero no se pone en marcha. "No tengo ninguna prisa, llevo 9 años viviendo aquí y no conozco a nadie. La fecha ha quedado arreglada pero quiero que también lo mire ella, que para eso lo he comprado aquí", comenta con un tono de travesura. 


La mujer que está siendo atendida parece que tiene para largo, pero está comprando un teléfono de los caros y las atenciones nunca sobran en una venta. Al buen chaval le ha cambiado el careto; la dependienta, con ojos para todo, lamenta no haberse librado de dar unas explicaciones que nunca serán entendidas porque no le ponen interés y en la tienda pasean además otros dos clientes.


El hombre vuelve a explicar a la chica que no sabe a qué tecla tocó pero había bloqueado a su mujer y este amable joven lo acaba de arreglar. "Pero échele un ojo usted, por favor para que no vuelva a suceder". La mujer cuenta que tampoco sabe qué tocó y lo tocó todo para poner el calendario al día como amablemente acaba de hacer este chico. También pide que se lo vean, "no quisiera que pasase otra vez". Y ha pasado más de media hora hasta que le deja el turno al chaval. "Han llegado a preguntar si vendíamos zapatillas", le dijeron a un colega sorprendido porque una señora preguntaba en la tienda del PIN si también vendían pan. 

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