Opinión

El último plazo del traje

A los 18 años y sin el menor interés por parar en una página, regresó a casa con una chupa nueva que se acababa de agenciar con su pasta. “Te tengo que dar las gracias por haberme sacado de la cama el día que estaba algo resfriado para ir a currar, me acaban de renovar para cubrir una baja bastante larga”, saludó al padre. El chaval vale para estudiar pero no quiere y es tiempo que ha ganado. El padre sabe que vale pero no insiste y se ahorra frustraciones probables. Le buscó curro de mozo al cuidado de un pantalán. A la semana se despertó destemplado. Sugirió avisar al jefe y quedarse en la cama a pasar el catarro, pero el padre recondujo la intención explicándole que un escaqueo en la primera semana de tajo puede condicionarte la vida. Ilustró la chapa con una historia familiar para acabar de convencerlo.

Cuando el abuelo del recién incorporado al mercado laboral cerró el almacén pasó un tiempo buscando un comprador del estocaje para liberar la nave. Le estaba resultando más costoso de lo que esperaba hasta que se presentó el dueño de una cadena de bazares para examinar el paño. No parecía muy convencido a pesar del buen precio por cese de actividad y cuando ya se marchaba sin cerrar el trato le preguntó si, por el apellido, era familiar de un conocido sastre de A Coruña. “Era mi padre”, respondió el propietario del almacén. “Pues me llevo todo, sin tu padre yo no estaría hoy aquí”. Ni regateó.

Antes de la mayoría de éxitos empresariales suele haber unos comienzos difíciles y el padre del propietario del bazar tampoco comenzó cuesta abajo. Fulminado por un amor correspondido, la pareja decidió casarse muy joven y completar el puchero con cariño cuando faltasen viandas. 

Pero el novio no tenía ahorros para presentarse en la boda con traje. Fue a hablar con el sastre y en vez de pedirle un adelanto, le tomó medidas, adelantó la tela y las horas de aguja. Ya se lo iría pagando como pudiese. “Mi padre recordó toda su vida que sin ese sastre no se hubiese podido casar, por lo que no hubiesen nacido sus hijos. Siempre le estuvo muy agradecido”. A las semanas de escuchar la historia y sacudirse las sábanas, el bisnieto contó que les habían dado puerta a los colegas que también estaban a prueba. El último plazo del traje.

Te puede interesar