Opinión

Duras palabras, palabras blandas

Concluyó el primer acto de la función. Ha bajado el telón y Pedro Sánchez ha salido de la escena parlamentaria investido presidente para cuatro años. Poco antes hizo mutis por el foro Alberto Núñez Feijóo investido como flamante jefe de la oposición por el tiempo que el PP decida mantenerlo en el escaño. Se ha cumplido el pronóstico del oráculo: Sánchez tiene capacidad para negociar democráticamente con el diablo si Pedro Botero posee un escaño en la Carrera de San Jerónimo; Feijóo, como Prometeo encadenado a la extrema derecha, tiene muy difícil alcanzar el cielo del gobierno de España en un horizonte inmediato. 

Durante el desarrollo de esta parte de la función de la nueva legislatura hemos escuchado cruzarse duras palabras entre el candidato y el jefe opositor sin que los tintes de la tragedia hayan pasado del manoseo de los conceptos: contradicciones, burlas, hemerotecas, rabia, templanza, elecciones, errores de citas, presuntas inmoralidades, ocultaciones, ambiciones, patologías, ineptitudes, insultos… Palabras, muchas palabras, saltando de lo institucional al navajazo. Palabras que desvelan los conceptos con los que van a moverse durante el próximo lustro los dos principales partidos españoles. Conceptos que en muchos momentos se han utilizado sin tener en cuenta el importante poder de la palabra. Pero ahí quedan, en las actas de las sesiones, dentro de las reglas del juego.

Sin embargo también hubo palabras gruesas fuera de juego pronunciadas por el líder de Vox. Abascal subió a la tribuna para acusar a Sánchez de organizar un presunto golpe de estado contra la democracia (que para su partido es sólo un vehículo con fines sospechosos) y contra la Constitución (que la extrema derecha considera un simple instrumento circunstancial). El golpe socialista sólo existe en la mente e ilusiones de Abascal, quien niega la legalidad de las negociaciones parlamentarias. La hipocresía del personaje, hierático y con tintes de antihéroe de cómic, quedó de manifiesto levantando a los suyos de los escaños y marchando para unirse a un fracasado intento de rodear el Parlamento y de inmediato trasladarse a la manifestación ilegal contra la sede del PSOE en la calle Ferraz. Con todo, lo más inquietante para la derecha fue la amenaza de romper sus pactos con el PP si Feijóo no anula la amnistía en el Senado y si desde allí los populares no instan a la ilegalización de los nacionalistas catalanes. Palabras no improvisadas que pusieron de manifiesto el poder de su tenaza sobre la derecha tradicional. Feijóo guardó un silencio asombrado.

En este primer acto tuvimos la fortuna de escuchar en el parlamento español palabras gallegas, catalanas y euskeras, iniciando un importante avance hacia la convivencia real y el conocimiento efectivo del pluralismo cultural de nuestros pueblos. También palpamos la competencia dialéctica entre Junts y ERC para obtener titulares dirigidos a su electorado. Y nos llegaron las palabras bisbiseadas de Isabel Díaz Ayuso insultando desde la tribuna al candidato, demostrando una vez más su falta de urbanidad. 

Las palabras no son inocentes y las consecuencias de su empleo han llegado a mover montañas y separar las aguas del mar Rojo. Antes de emplearlas conviene valorarlas bien. En este debate hemos visto como una sola, amnistía, ha revolucionado el panorama político nacional desviando otras intenciones. Sin embargo su efecto y eficacia benigna en Cataluña y en el resto del Estado seguramente lo palparemos cuando de nuevo se alce el telón y nos ofrezcan el segundo acto de esta complicada función. Bervum vita est.

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