Opinión

El lado oscuro

Los liberales europeos no salen de su asombro al contemplar las tensiones generadas por sus colegas españoles tras no lograr la presidencia del Gobierno en el Parlamento por la insuficiencia de escaños y la incapacidad negociadora del PP como consecuencia de su alianza con Vox. Los neoliberales no entienden tres cosas. Una, la no aceptación del resultado conforme a las reglas del juego fijadas en la Constitución que dicen defender. Dos, la alianza con la extrema derecha como necesidad imperiosa. Y tres, la escandalera preventiva contra una ley que deberá debatirse en las cámaras legislativas e, incluso, pasar por los filtros de los tribunales de Justicia como corresponde a un Estado de Derecho. A los liberales europeos les cuesta aceptar que la realidad de tanta algarabía solo tiene un objetivo: propiciar la convocatoria de elecciones negando la representatividad actual de más de doce millones de votos asociados, superando así a los once millones de la coalición conservadora, esto es, un correcto ejercicio democrático.

La furia contra la ley de amnistía es un simple frontón al que arrojar las pelotas de la manipulación. De ahí que el Financial Times, la voz neoliberal más influyente en las derechas económicas europeas actuales, se haya despachado con un editorial a favor de las negociaciones de Sánchez, calificando la futura ley como conveniente y correcta para solucionar el problema catalán. Sin embargo la cordura europea quizás desconozca el difícil ejercicio de la política hispana donde pervive un lado oscuro, proveniente del pasado, al que la democracia no consigue borrar de las cloacas del poder. Un lado oscuro que no acepta la división de poderes si escapan a su control, ya sea como consecuencia de las decisiones de la soberanía popular mediante el voto o del ejercicio de las reglas del juego democrático representativo. Sí, el lado oscuro está vivo y lo hemos visto y escuchado llamando a intervenir contra un falso peligro de involución del Ejecutivo en funciones, contra imaginadas ilegalidades en la utilización de las fuerzas públicas para detener los desmanes de los manifestantes violentos y fascistas. Lo hemos escuchado gritar contra la Constitución, contra el rey y, por supuesto, contra Pedro Sánchez a quien, en el colmo de la hipocresía, culpan de generar las manifestaciones del descontento con las cuales PP y Vox pelean por demostrar que la calle es suya.

No, no debemos tener miedo a esas algazaras callejeras, ya sean legalmente pacíficas o ilegalmente crispadas, pero sí es conveniente poner lícitamente coto a quienes militan y manejan el lado oscuro de la política española. Está claro que no es suficiente con ganar elecciones o alcanzar mayorías parlamentarias para mantener una convivencia en libertad, justa y solidaria. Los partidos legales de derechas, de centro, de izquierdas y nacionalistas deben entender que nuestra convivencia necesita de un pacto de Estado de buena voluntad para no rompernos. Imposible ¿verdad? Acepto que una propuesta de este calibre es una utopía, pero un pueblo sin utopías es una sociedad sin futuro. Y ese es el reflejo que transmite nuestro espejo al mundo.

Asistimos a una fratricida lucha por el poder temporal de cuatro años, de una legislatura. ¿Cómo podemos entender tanta crispación para conseguir tan miserable objetivo? Sólo se explica desde el retorcido interés de ese lado oscuro que diáfanamente hemos visto y escuchado durante esta semana sobrevolar sobre las togas de jueces, la algarabía callejera y los bulos informativos. ¿Puede así entendernos Europa?

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