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Las Perseidas deben su nombre astronómico al radiante, que es e punto del cielo en el que aparentemente surgen las estrellas fugaces, en la constelación de Perseo. En realidad, no son estrellas sino minúsculas partículas del tamaño de un grano de arena que liberan el destello de luz cuando entran en contacto con la atmósfera terrestre. La noche de máxima actividad suele ser en torno al día de San Lorenzo, (10 de agosto), de ahí que reciban también el nombre de “lágrimas de San Lorenzo”. (Observatorio Astronómico Nacional)
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Las Perseidas se producen cuando la tierra cruza la órbita del cometa 109P/Swift-Tuttle. Descubierto en 1862 por Lewis Swift y Horace Tuttle, es un gran cometa con un núcleo de 26 kilómetros de diámetro, el doble que el que causó la extinción de los dinosaurios y orbita alrededor del Sol en ciclos de 133 años. La última vez que resultó visible cerca del Sol fue en 1992. Casi todas las lluvias de meteoros que se ven a lo largo del año tienen se producen por un procedimiento similar: la tierra cruzando la órbita de un cometa se encuentra con partículas que brillan al rozar la atmósfera. (Foto NASA)
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Cuando esos meteoros tienen un tamaño mayor, como un grano de sal gruesa, dan lugar a estrellas fugaces mucho más luminosas que a veces vienen acompañadas de sonido. Son los bólidos. En la fotografía, un bólido captado por el Observatorio Astronómico de Sierra Nevada.
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A mediados de diciembre serán visibles las Gemínidas. Cuyo radiante se encuentra en la constelación de Géminis. Por el número de meteoros y las condiciones de visibilidad que ofrece el invierno (si no llueve) las Gemínidas son las favoritas de los aficionados a las lluvias de estrellas. A diferencia de la mayoría, no tienen su origen en el polvo de un cometa, sino en los restos que orbitan alrededor de un asteroide llamado Faetón.
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