EN XINZO

Granjeras no buscan esposo

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photo_camera Pepi y Dolores, granjeras de Lamas, en Xinzo de Limia.

Dolores y Pepi son vecinas, amigas y comparten profesión: el campo y la ganadería. Coinciden en que no son sectores "atractivos" para las mujeres, pero ellas son felices en el campo, donde se sienten "libres"

En una comarca eminentemente agraria como es A Limia, las mujeres que han dedicado toda su vida al campo y a los animales no siempre gozan de toda la visibilidad que debieran. Es habitual que se celebren reuniones y cursos relacionados con el cultivo de la patata, del cereal o con el cuidado de las granjas, en los que la presencia del sector femenino suele ser anecdótica, a pesar de que comparten y, en muchas ocasiones, regentan, sus propias explotaciones.

Es el ejemplo de Dolores y Josefa, dos vecinas de Lamas (Xinzo de Limia), de 59 y 54 años que se dedican al cultivo de cereal y a las explotaciones ganaderas, en el caso de Dolores de ovino, y en el de Josefa -Pepi para los amigos-, de terneros.

La vida no ha sido fácil para ninguna de las dos vecinas y amigas, pues ambas sufrieron las pérdidas de sus maridos a edades tempranas y, en la actualidad, además de trabajar dentro y fuera de sus hogares, están al cuidado de personas dependientes. A pesar de todo esto, ninguna cambiaría las vivencias que les ha dado su elección de quedarse en el rural."No cambiaría mi profesión, porque siempre tuve una libertad que no tuvieron mis hermanos. Yo he sido y soy mi propia jefa", reconoce Dolores. "Cuando tenía 15 años aprendí a andar con el tractor. Tuve que hacerlo porque mi padre estaba en Alemania. Llamaba mucho la atención porque ahora lo normal es ver a mujeres hacerlo pero antes no, y menos a una niña. Recuerdo que pasaban los coches por la carretera y se paraban a mirar. Yo me subía a él y araba cantando, ahora, por todo lo vivido, he dejado de hacerlo, pero del tractor no me quiero bajar", añade.

Para Pepi, los inicios en el campo resultaron mucho más duros. No suele ser habitual que una joven afincada en una gran ciudad como Barcelona, decida mudarse a un pueblo pequeño pero, en el caso de la granjera, Lamas le dio la oportunidad laboral que la ciudad condal le quitó. "En mi caso, aprendí a andar en tractor un poco más tarde, con 25 años. Mi marido sabía algo más que yo, pero cuando llegamos, casi éramos aprendices los dos", recuerda."Durante el primer año llegué a plantearme regresar. Cuando mi marido falleció valoré la opción de cerrar todo, pero habíamos hecho grandes inversiones, tenía dos hijas que criar y ganar 600 ó 700 euros trabajando en Xinzo no me alcanzaba para el proyecto de vida que les quería dar, así que decidí seguir trabajando", añade.

Las dos amigas coinciden que la ganadería no es una profesión que resulte agradable para el sector femenino, pero aseguran ser más "coquetas" que ninguna. "Mi marido me llamaba la ratita presumida. Reconozco que soy muy pija, de hecho, cuando voy arreglada la gente no me conoce, tengo que saludar yo", dice Dolores.

"Creo que el sector primario debería estar más apoyado para hacerse más atractivo. Los precios de venta son los mismos que hace 10 años y los costes se han duplicado", manifiesta Pepi.

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