La Candidatura Ibérica de Portugal y España se queda en el camino en la elección de la Copa del Mundo del año 2018

Rusia y Qatar, las elegidas

El Emir de Qatar, jeque Hamad bin Khalifa Al-Thani y el viceprimer ministro ruso, Igor Shuvalov, con la Copa. (Foto: Walter Bieri)
La FIFA apostó por innovar y por abrir fronteras hacia países económicamente poderosos con la elección de Rusia y Qatar como organizadores de los Mundiales de 2018 y 2022, respectivamente, en una elección en la que ambos países fueron siempre por delante en todas las votaciones.
Rusia, la única candidata a 2018 a la que la evaluación de FIFA reprochó un 'alto riesgo' en transporte por sus aeropuertos y conexiones internacionales, la que menos oferta de entradas presentaba (3.141.000) y la que más estadios debe construir, 13 nuevos de los 16 que propone, con renovación en los otros tres, se impuso a los sólidos proyectos de Inglaterra y la Candidatura Ibérica (España y Portugal).

La FIFA infligió su particular castigo a la candidatura de Inglaterra. Los únicos dos votos que recibió fueron la respuesta a la campaña desplegada por la prensa inglesa para airear corrupciones dentro de esta organización y que obligó a ésta a suspender a dos miembros de su ejecutivo. La conjunta de Bélgica y Holanda, a las que se daba por eliminada en primera ronda, pasó a una segunda votación en la que curiosamente perdieron dos de los apoyos que captaron de inicio y que se fueron a Rusia para lograr una mayoría suficiente y evitar así una final frente a España-Portugal.

Trece votos para Rusia, 7 para España y Portugal y 2 para Bélgica-Holanda, concedieron a Rusia su capricho de llevar hasta allí el Mundial y confirmaron que Joseph Blatter, dispuesto a abstenerse, ejerció finalmente su derecho al voto secreto.


DECEPCIÓN IBÉRICA

La Candidatura Ibérica, que había calculado ocho votos de inicio, perdió uno en el camino. El buen informe de la comisión de evaluación, el fuerte respaldo institucional con los dos presidentes de gobierno presentes en Zúrich y el aval de tener los mejores estadios e infraestructuras, sin apenas inversión, no sirvió de nada. Tampoco valió para los votantes de FIFA la familiaridad con su colega Ángel María Villar, el principal eje del proyecto. Les arrancó un aplauso horas antes cuando defendió en voz alta su honestidad, pero no les hizo cambiar el voto.

Los aplausos que la delegación rusa arrancó cuando el viceprimer ministro invitó a 'derribar otro muro' simbólicamente con la celebración del Mundial y cuando Yelena Isimbayeba reconoció que la encanta el fútbol hicieron augurar un buen desenlace confirmado después.

El desenlace de la pelea por 2022 también sembrará ríos de tinta. La FIFA sigue siendo arisca con Australia, eliminada en la primera votación. Desoyó la petición de Japón y Corea -coorganizadores en 2002- y en la final entre Estados Unidos y Qatar apostó por el exotismo. Las luces rojas que mereció el modelo qatarí; su cumplimiento al límite con la exigencia mínima de 12 estadios (9 nuevos) y su menor oferta de sedes (7) y entradas (2.869.000) se han quedado en pequeños inconvenientes que no influirán en el deseo que la FIFA tiene de crecer.

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