Las grandes madereras sacan tajada

Tala de madera en bosque gallego
María nunca prestó mucha atención a las tierras que sus padres se encargaron de cuidar durante décadas, hasta que una salud menguada les impidió trabajarlas. Las huertas que su madre cultivaba a pocos metros de la casa familiar eran la mejor despensa y en la cocina nunca faltaron productos de temporada: patatas, pimientos, repollos, tomates, zanahoria, cebolla,... Esos terrenos, que exigían un cuidado más continuado y personalizado, eran patrimonio materno y los prados y montes estaban bajo el control paterno.
Fallecidos sus progenitores y llegada su edad de jubilación, María encontró en la huerta que cultivaba su madre un buen lugar para sentirse activa. Sigue trabajando la tierra a mano y apenas recurre a maquinaria para esas tareas. Los prados se los ha cedido a un vecino para que pasten sus caballos y a los montes de eucalipto no le ha prestado mucha atención; procura limpiarlos cada dos años y, visto el coste de este mantenimiento, esta decidida a vender la madera y plantar otras especies. Lleva casi un año en el intento y, aunque se lo ha ofrecido a cinco empresarios diferentes de la comarca coruñesa de Arzúa, ninguno el ofrece una cantidad aceptable.
“No soy una experta en la materia y tampoco conozco la calidad de la madera, sólo sé que los precios son mucho más bajos que hace dos años”, explica. “Al dueño del monte que linda con el nuestro, de una superficie casi igual, le pagaron entonces casi el doble de lo que nos ofrece a nosotros el mejor postor; y ya se lo hemos ofrecido a cinco personas distintas. Con lo que nos ofrecen no cubrimos gastos, pero temo a los incendios del verano porque llevamos casi tres años sin retirar la maleza”.
Confiesa sentirse un poco perdida y, pese a que ha consultado con otros propietarios de montes, es pesimista. “Es la lucha de David frente a Goliat. Las grandes empresas son las que marcan los precios y nosotros no tenemos más remedio que aceptar esas condiciones. Es muy sencillo: o lo tomas o lo dejas”.

Una potencia forestal
Su queja es la que tantas veces se ha oído en otras situaciones, en otros contextos y en otros sectores. Es la voz del minifundismo galaico: el 85% de las parcelas tiene una superficie inferior a una hectárea y el 20% no alcanza los mil metros cuadrados (0,1 hectárea). Galicia es una potencia forestal y concentra más de la mitad de las cortas que se registran en España; más de 47.000 propietarios cortan madera cada año y, sin embargo, la comunidad gallega no consigue sacar el rendimiento esperado a los recursos de los que dispone.
Los intentos por ordenar el monte no han dado, por el momento, los frutos esperados y todos los agentes implicados siguen buscando la fórmula más eficaz para superar el minifundismo y lograr una mayor rentabilidad. El gobierno autonómico aprobaba hace unos meses el decreto que regula la creación de sociedades de fomento forestal y desde la Xunta han impulsado en los últimos años las agrupaciones de propietarios, pero la realidad es la que es: las pequeñas parcelas forestales están en la actualidad en manos de unos 600.000 titulares, que ocupan una superficie total de 1.200.000 hectáreas. La Lei de Montes, aprobada esta semana, da un paso más en la lucha contra el minifundismo y, además de fomentar las agrupaciones de propietarios, limita la posibilidad de segregar propiedades.
El tamaño (de las propiedades) importa, pero no es el único problema del monte gallego. Diferentes colectivos habían apostado en los últimos años por la certificación forestal, que acredita una gestión sostenible, como una herramienta fundamental para que los productos de la industria de la madera y el mueble de Galicia puedan acceder a mercados internacionales.
“Menos del 10% de la superficie forestal de la comunidad está certificada, mientras que en países como Irlanda, Noruega o Finlandia lo está cerca de un 70%”. Esos datos le sirven a Elier Ojea, presidente de Confemadera en Galicia, para defender los beneficios de pertenecer al Grupo Gallego de Certificación Forestal y Cadena de Custodia, que en la actualidad es el que mayor superficie forestal certificada concentra en España, con más de 16.000 hectáreas. En un año y medio se han adscrito 4.168 hectáreas de pequeña propiedad (6.438 parcelas menores de 25 hectáreas, correspondientes a 2.095 gestores forestales).
Lo más novedoso del grupo gallego es que ofrece la posibilidad de gestionar bajo un plan conjunto las pequeñas propiedades forestales de una misma comarca, aprovechando las características comunes de cada zona y aplicando un modelo silvícola para cada especie. Ha demostrado ser una fórmula eficaz para que la industria mejore su competitividad de acceso a los mercados exteriores, proporcionando al propietario un instrumento de certificación desarrollado en base a las normas internacionales de certificación y tomando en consideración el minifundio que impera en el monte gallego.
La certificación forestal y la ordenación derivada de futura Lei de Montes, que ahora inicia su tramitación parlamentaria, eran dos prioridades inaplazables en una comunidad como la gallega, en la que el sector agrario juega un papel dominante en el desarrollo económico y social de las áreas rurales.
Era necesario dar ese paso al frente para adaptarse a una realidad que amenazaba con distanciarse de las particularidades de los montes, que en Galicia representan dos tercios de las superficie total de la comunidad. El futuro pasa por fomentar la gestión a partir de una aprovechamiento sostenible para, de este modo, consolidar el liderazgo forestal.

Los eucaliptos encuentran nuevos mercados en Europa
El sector forestal, que genera 26.000 empleos directos y unos 50.000 indirectos, representa el 3.5% del PIB gallego. Cada año se producen en Galicia más de 7 millones de metros cúbicos de madera, el equivalente a todo el Reino Unido, o a Italia y Bélgica juntas. Más de la mitad de esa madera (3,5 millones de metros cúbicos) sale de los eucaliptos que emergen y ganan presencia en los montes de la comunidad.
Es una especie con más detractores que defensores. Los colectivos ecologistas han elevado su voz en reiteradas ocasiones porque “arrasa por donde crece” y consume ingentes reservas hídricas, pero las cifras apuntan un crecimiento continuado e imparable. Las cortas de eucalipto aumentaron un 15% entre 2009 y 2010 (los datos definitivos de 2011 están pendientes de validación); la pasta de papel consume 1,3 millones de metros cúbicos y los aserraderos gallegos del orden de 1,1 millones.
Galicia, por sus características geográficas y climatológicas, cuenta con “inmejorables condiciones” para la producción de eucalipto y, de hecho, es una fuente de ingresos troncal en las comarcas del norte de la comunidad: A Mariña Lucensa, Ortegal y Ferrolterra. Confemadera, el colectivo que en Galicia preside Elier Ojea, estima que “más de 11.000 familias obtienen una renta por la comercialización de madera de eucalipto” y ve en esta especie una oportunidad para desarrollar productos de valor añadido. “Junto a la pasta de papel, la industria de la madera y el mueble gallegos han sido capaz de desarrollar nuevas transformaciones del eucalipto. Productos como ventanas o suelos de esta madera son muy valorados en mercados de la Unión Europea”.
Propietarios de montes, empresas dedicadas a la tala, comercializadores y rematantes de la madera no son ajenos a la crisis global y, según confiesan, viven su calvario particular. El sector vive un momento delicado y sus últimos contactos con Ence no han acabado de tranquilizar al sector; la papelera pretende vincular los precios del eucalipto a la cotización de pasta de papel y, según coinciden las otras partes implicadas en el proceso, “esa no es una buena noticia para los tiempos que corren”.

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