Galicia vive ajena a la angustia nuclear de Japón, pero eso no significa que en esta esquina del noroeste peninsular nos libremos de la exposición a pequeñas cantidades de radiación.

Las pequeñas radiaciones que nos llegan cada día

La facultad de Física de la Universidad de Santiago es el edificio en el que se registran los mayores niveles de radiación de Galicia', asegura José a sus compañeros de pitillo a las puertas del comedor universitario de Santiago.
Los contertulios, estudiantes de otras carreras, dan por buenas las palabras de este 'aprendiz de físico' que con un verbo fácil adorna un relato encaminado a convertir esta facultad compostelana en un verdadera 'zona cero'. Niveles de radiación al margen, alumnos y profesores de este centro se han convertido en referentes para sus colegas del campus santiagués cuando quieren despejar las dudas generadas por la catástrofe nuclear nipona. Los que otrora tenían fama de 'frikis' y 'raros', se han convertido en personas que 'responden a los interrogantes que plantea la gente normal'.

Ha sido una semana diferente en la facultad. Algunos profesores se han apartado del temario general y han planteado el debate de las nucleares 'porque no hay que dar la espalda a la actualidad'. Alumnos y docentes disfrutan con el tema. Teorizan y se van por las ramas. Se sienten útiles; muchos confiesan que es una sensación nueva. Quien se lo iba a decir. Aprovechan el tirón y, distanciándose del catastrofismo, sacan su perfil más didáctico.

'El 80% de la exposición humana proviene de fuentes de radiación naturales, mientras que el 20% restantes tienen su origen en fuentes creadas por el hombre; esa quinta parte incluye, por ejemplo, las emisiones de los aparatos de rayos X que se utilizan en hospitales y centros de salud', apunta unos de los estudiantes que, por un día, se han convertido en la 'voz autorizada' de la pandilla.

Los efectos en la salud dependen del tipo de radiación, la duración de la exposición y la cantidad absorbida. La exposición a dosis bajas no genera problemas graves a corto plazo, pero pueden pasar factura con el paso de los años y diferentes estudios asocian la radiación con el riesgo de cáncer y otras enfermedades.

La convivencia con las fuentes de radiación es diaria. 'Aunque no tengamos cerca de nuestra casa una antena de telefonía móvil, sí usamos varias veces al día el teléfono y lo acercamos al cerebro cada vez que mantenemos una conversación', advierte el físico Marcos Castro. 'No hay que caer en el alarmismo injustificado. Las antenas sólo pueden tienen limitada la potencia de emisión para evitar daños en la salud de las personas'.


PROTESTAS VECINALES

Ese mensaje tranquilizador es el que lanzan fuentes del Ministerio de Industria cada vez que los colectivos vecinales protestan por la instalación de una antena en el barrio o en las proximidades del colegio al que acuden sus hijos. 'Las antenas de telefonía presentan unos valores de radiación bajísimos, que ni siquiera se aproximan a los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud', apuntan. 'Los operadores tienen que presentar una memoria técnica cada vez que montan una estación nueva o realizan algunas modificación sobre la existente. En todos los casos hay una revisión de los técnicos de Industria que, a mayores, realizan más de treinta auditorías aleatorias a estaciones gallegas cada año'. En esas revisiones no suelen detectar irregularidades y, según el portavoz de Industria, los niveles de emisión son siempre inferiores a los limites establecidos por la OMS.

Los informes que avalan esta tesis chocan con otros estudios que asocian las antenas de telefonía con alteraciones del sistema nervioso y exigen una reducción de los niveles de emisión a los fabricantes. Consideran fundamental poner en conocimiento de la población una adecuada valoración del riesgo para que cada ciudadano tenga información puntual en términos de potencia irradiada.

Las ondas electromagnéticas que permiten establecer una enlace de radio entre esa antena y el terminal implican una radiación no ionizante que también afecta al cuerpo humano. 'La pequeña antena que cada móvil tiene en su interior emite y recibe ondas de forma continuada, incluso cuando no estamos hablando', apunta Castro.

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