Anda, búscate un trabajo fijo

Cuando lo fijo era de verdad fijo Muy mal lo debe hacer la empresa privada (de todo hay) para que crezca exponencialmente el deseo de acogerse bajo el paraguas de la Administración, que cuando llueve tapa y hasta cuando hace calor tiene efecto sombrilla. Probos trabajadores del sector privado, con algunos quinquenios en la mochila, se hartan del patrón, del cliente, del convulso mercado y de la incertidumbre y buscan un puerto refugio incluso cuanto rondan la cincuentena. “Búscate un trabajo fijo”. Soy de la generación que escuchó esa sentencia, pero lo que buscamos fue “un sitio donde un disco suene fuerte y no puedas ni hablar”, haciendo caso a la composición de Antonio Vega que había a la entrada del Clangor, en Santiago. Lo fijo antes eran las cajas de ahorro y los bancos, Fenosa, Renfe y alguna más. Entra, cumple, no te metas en líos, y espera a fin de mes, a las pagas de Navidad y del verano, las vacaciones y luego, “el retiro”. Lo fijo desde hace un tiempo es que nada es fijo. La Administración es una madre, en ella confiamos para que nos eduque, cure, cuide, proteja cuando vienen mal dadas y nos dé de comer. Pedimos coberturas de países nórdicos pagando impuestos latinos. Esta semana vinieron a estas páginas unas cuantas noticias sobre la cantidad de aspirantes a amamantarse de las ubres nutricias de la Administración, eso sí, superando exigentes pruebas para las que han hincado los codos cientos de horas. Más de 2.500 opositores optan a una plaza en Educación, los concellos y la Diputación convetirán en fijos a casi 2.000 personas. En la provincia con algo más de 110.000 ocupados, casi 20.000 son trabajadores públicos. Y subiendo. España es el segundo país más burocratizado de Europa, por detrás de Francia, y el laberinto administrativo se enrevesa cada vez más. En la sociedad cada vez más digitalizada hace falta cada vez más viseras y manguitos en la ventanilla. La burocracia engorda, pero da de comer. Bendita pues. Expliquen Expliquen pues en los institutos y las facultades el rollo del emprendimiento, del riesgo, de lo fetén que es ser dueño de tus propias iniciativas. Pongan a media docena de intencionados empresarios a sembrar los campos del afán predicando el ultraliberal concepto de montar un negocio, a explicar lo sano que es no dormir porque la empresa no tira y el banco abre las fauces. Levántense cada mañana con el nudo en la garganta porque no se sabe qué vender hoy. Pásense por delante de la academia y díganle al aspirante a trabajar que se resista a matricularse en tal oposición. Entérense por qué hay peleas por ser asesor o personal de confianza en tal concello y luego pongan la capa de Superman para sobrevolar la provincia subsidiada, instalando fecundas empresas que nos van a sacar de pobres. Para que la kriptonita del empleo público acabe con todo. Como le pasó al héroe del cómic. Mejor las sonrisas que las lágrimas Mientras miramos a la provincia en la que la Administración parece serlo todo, desde enero cinco empresas de cierta entidad han sido vendidas a capital de fuera de Ourense. Más de 3.000 trabajadores tienen otro patrón y los más de 500 millones de euros que facturan al año, con sus correspondientes beneficios en el balance, caerán en anónimos y lejanos bolsillos. Es el juego del capitalismo, cuyas reglas aceptamos en esta sociedad de libre mercado. Mientras esto pasa las paredes de toda la provincia se podrían empapelar con las millones de fotos con la sonrisa de felicidad de sus dirigentes que petan todos los servidores de Google y las redes sociales. La oposición también oposita Unas empresas que se van y las que quisieran venir no tienen mucho sitio donde caer. A esta provincia apenas le queda suelo industrial, a lo sumo unas cuantas leiras libres, y la Xunta dibuja parcelas para nuevas empresas esperando que algún día haya más que recreaciones infográficas. Años por delante para que las promesas sean una realidad, al menos en el caso de algunos polígonos. Tampoco la oposición parece haber estudiado en profundidad ese asunto para meterle el diente. Algunos partidos opositan para ser oposición. Es un buen trabajo fijo. Al poner la lupa LA ABAU, COMO SI FUESE LA SELECTIVIDAD Algunos libros de texto de la EGB tenían a bolígrafo sentidas rogativas: “Virgen santa, virgen pura, haz que apruebe esta asignatura”. Un pupitre del instituto de A Ponte tenía esculpida a navaja la siguiente sentencia: “El tiempo es oro y yo aquí perdí una fortuna”. El relato del estudio tiene registros pero el argumento es el mismo: siempre hay un obstáculo a superar, se llame examen, prueba de capacitación o lo que les venga en gana. Estos días los estudiantes que quieren matricularse en la Universidad han tenido que demostrar sus conocimientos. Ahora se le llama ABAU a lo que siempre fue la selectividad. Mucho han cambiado las cosas en lo formal, en lo sustancial muy poco: nervios e inquietud ante los exámenes, como demuestra la fotografía. Y por las noticias de estos días, en la ABAU también algunos han copiado, como en la selectividad de toda la vida. Se supone que quienes vulneraron la norma no se fiaban de lo que sabían o de la virgen santa, virgen pura. El portafotos Emilio González es el presidente de la asociación de comerciantes de la plaza de abastos, un recinto en el que le han salido los dientes y donde jugó de niño mientras sus padres atendían el puesto. Profesa un incuestionable cariño al mercado y lleva años (¿décadas?) procurando que la plaza, asentada en uno de los mejores lugares de la ciudad, tenga una sede acorde a su importancia e historia. Desde el año 1993 la partitura de la reforma se ha tocado de forma continua. Desde entonces han pasado alcaldes y alcaldiños y aún a mediados del 2022 las obras que están a punto de concluir se ejecutan en base a un modelo de negocio que los comerciantes desconocen, por chocante que parezca. Los placeros ocupan la Alameda, un lugar que no le corresponde, sin duda, en espera del traslado definitivo a un edificio bonito pero escasamente funcional para lo que fue previsto, como denuncian comerciantes y representantes políticos. El gobierno local no aprendió de la metedura de pata de la plaza de A Ponte, inaugurada en el 2015 y cerrada, y se dispone a bajar por la misma pendiente. En otras muchas ciudades los ayuntamientos echan el resto para recuperar los mercados, en el de Ourense también conjugan el verbo echar, pero con otro significado.