Las Cáritas parroquiales se ponen al frente de la crisis

Alberto Diéguez, en la Cáritas parroquial de Inmaculada.
photo_camera Alberto Diéguez, en la Cáritas parroquial de Inmaculada. (FOTO: XESÚS FARIÑAS)
Solo en el 2020 atendieron a unas 5.000 personas en las 24 iglesias que registraron sus datos

Las iglesias parroquiales son mucho más que un lugar de culto. También forjan un sentimiento de unión y se convierten en un espacio abiertos para los parroquianos que más lo necesitan. La pandemia y la crisis social que arrastra lo ha demostrado. A través de las Cáritas parroquiales han ayudado a miles de personas y familias que recurrieron a ellas para cubrir necesidades básicas.

Durante el 2020, su labor en las 24 parroquias que recogieron datos de actuaciones, refleja que atendieron a 4.893 personas y 1.782 familias, como se recoge en la Memoria 2020 de Cáritas Ourense. Fuera de esos números queda el trabajo desempañado por otras nueve parroquias que cuenta con grupos de Cáritas, que no fueron quienes de aunar toda la información en un año atípico en el que se desbordaron todas las previsiones.

Estos datos tampoco recopilan al total de parroquias de la Diócesis de Ourense, donde existen 735 de estas iglesias, que también tratan de ayudar a los vecinos en la medida de lo posible. Con equipos de Cáritas o sin ellos colaboran para que garantizarle a los vecinos aquello que necesiten. Algunas, para llegar una mejor atención de los parroquianos, se organizaron en Cáritas arciprestales e interparroquiales para optimizar los recursos y llegar a todos los que lo precisen.

En primera persona

Alberto Diéguez es párroco de la iglesia de la Inmaculada, en la ciudad. Desde ella vivió todo lo que supuso la llegada de la pandemia, que llevó a muchos de los vecinos del barrio a pasar por la parroquia en busca de ayuda. Diéguez explica que, más de un año después, siguen atendiendo a unas 230 personas y a 78 familias para cubrir necesidades básicas ya sea de alimentos o en gastos como alquiler o suministros

Alberto Álvarez, voluntario de la parroquia de San Bernabé en A valenzá, también es testigo de la crisis social que aún azota a mucha familias en Barbadás. Alrededor de 100 personas acuden a su Cáritas en busca de ayuda, una cifra que creció exponencialmente con respecto a antes de la pandemia, aunque lograron estabilizar la cifra como ocurre en Inmaculada.

"Sientes impotencia al ver que cada día llegan más personas”

La incertidumbre y todas las dudas que conllevó la llegada de la pandemia azotaron a la parroquia de la Inmaculada en la ciudad. “Trabajamos como pudimos porque nos pilló todo por sorpresa”, señala su párroco, Alberto Diéguez. La atención se hizo cumpliendo las medidas de prevención que se pedían en aquel momento, fundamentalmente la distancia de seguridad.

El no saber cómo proceder lo dificultó toda más, en un momento en el que el aluvión de peticiones de ayuda no cesaba. “Tratamos de ser exigentes y citábamos a las personas a una hora concreta. Hemos incrementado las atenciones, pero logramos estabilizarnos”, recuerda Diéguez. Lo fundamental era no tener a personas esperando fuera y que pudieran acumularse sin mantener la distancia.

El párroco recuerda el sentimiento de “impotencia” cuando las llamadas no cesaban y cada día aparecían nuevas familias pidiendo lo básico. “Había gente nueva y otra que tuvo que volver por la crisis. Los recursos son lo que son y no había manera de solicitar una ayuda para atenderlos”, destaca. Se movilizaron en la parroquia y los vecinos reaccionaron. Gracias a sus aportaciones pudieron dar respuesta, ya fuese con donativos o con voluntarios.

Además, crearon unos bonos económicos para que las personas fuesen a los supermercados del barrio que colaboraron, para así no manipular los alimentos, aunque estos llegaban en especie también. “Nosotros no somos una solución, damos una ayuda”, recalca.

“Pasamos de atender xente puntualmente a facelo todo o ano”

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Colaborando con la parroquia de San Bernabé en Barbadás, Alberto Álvarez vivió la crisis social de la pandemia. “Foi un cambio moi grande, xa que éramos uns poucos voluntarios para atender a unhas persoas que viñan aquí puntualmente”, reconoce. El confinamiento dejó a muchas personas en una situación vulnerable, modificando la tendencia. “Agora estamos botándolles unha man continuamente e atendemos a unhas 30 familias todo o ano”, detalla.

Colaborar con alimentos o cubrir gastos de suministros es lo que hacen en esta Cáritas parroquial. “Todo o facemos grazas ós donativos que fan as persoas na nosa igrexa”, agradece Álvarez. Antes de la pandemia, cubrían los recibos de alguna familiar que un mes no era capaz de hacer frente a todos los pagos, pero el covid lo cambió: “Dar alimentos era puntual, igual entregabamos algún producto máis caro”. A finales de 2020 se encontraron con un nuevo aluvión de personas que acudieron a ellos porque “os aforros esgotáronse”. Álvarez notó que el volumen de personas se iba incrementando desde agosto.

Los vecinos y empresas privadas son sus principales colaboradores y, en ocasiones, reparten los alimentos con otras parroquias porque son demasiados. “Necesitamos axuda para poder organizalo todo e contamos co apoio da xente nese sentido”, afirma.

La entregas las hacen fuera para respetar las medidas de seguridad, aunque durante el confinamiento, uno de los párrocos era el encargado de repartir los alimentos a todos los domicilios.

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