La cartelería ilegal, que no la limpieza y la buena imagen de la ciudad, manda en las fachadas, en el mobiliario, en cristaleras y puertas; y lo que es peor, las instituciones públicas la consienten incumpliendo sus propias normas
Carteles en las paredes, en las marquesinas, en las fachadas de edificios privados y públicos, en las puertas de un garaje o en las cristaleras de establecimientos comerciales cerrados. La cartelería ilegal prolifera por todos los rincones de la ciudad sin que el Concello ponga remedio al problema, que además afea enormemente la ciudad y ofrece un penoso impacto visual.
El problema y las críticas aumentan cuando, además, son las propias instituciones públicas las que permiten la instalación de los carteles -anunciadores de sus actividades-, vulnerando así sus propias normas y consintiendo una actividad ilegal que les implica directamente. Conciertos como el de Viejóvenes o el anuncio del documental de Rubén Riós, en el Auditorio, son un ejemplo de esta situación.
Mientras, el concurso público que debe regular la publicidad exterior del Concello en el mobiliario urbano, que el gobierno local lanzó con tanta precipitación para regular la cartelería e impedir la proliferación irregular, sigue sin resolverse. El plazo de presentación de ofertas, con tres que concurrieron al concurso, acabó hace ya dos semanas, sin que se conozcan avances en la tramitación, pendiente de la apertura de las plicas, previa revisión de la documentación administrativa.