Un Centro de IA fantasma con 200.000 euros en sueldos aniquila La Molinera

El Centro de Innovación Social Digital La Molinera de la ciudad, que creó en su día el gobierno del PSOE y relanzó e impulsó en su última etapa el popular Jorge Pumar, acaba de cumplir un año y tres meses cerrado. Este espejo para otras ciudades en materia de innovación lleva desde julio de 2020 sin actividad, más allá de albergar al equipo técnico de David Olivieri, director general de Intelixencia Artificial, a quien el alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, nombró para levantar un centro sobre la materia en el que ya no confía ni él mismo. Todo a costa del gasto de más de 200.000 euros en salarios, miles de euros en mobiliario y equipamientos (como los últimos relojes inteligentes que pretende comprar el regidor) y fondos europeos que se habían concedido a La Molinera a cuatro años para gestión de proyectos como el Emprende Makers y que se han tirado a la basura. Mientras, la ciudadanía ha sido privada de la posibilidad de realizar cursos, campamentos para niños, realización de trabajos en 3D, lanzaderas de empleo… Un espacio por el que pasaban 38.000 personas al año y que conectaba a pymes, emprendedores y parados que se labraban un futuro, junto a niños y mayores que demostraban que ninguna edad es insuficiente para aprender. La Molinera era un proyecto referente en innovación, consiguió ganar concursos a nivel nacional en la Fundación Cotec, organización presidida por el rey y que promueve la innovación, y, sobre todo, ejercía de espacio de conciliación laboral y familiar, donde los más pequeños pasaban las tardes realizando actividades (diseño gráfico, robótica…). También tenía un Aula Cemit de alfabetización digital de adultos, referencia en Galicia, y que Jácome dio de baja en diciembre de 2020. Fue la última en caer. TALLERES DE FABRICACIÓN 3D, DISEÑO, ACTIVIDADES PARA NIÑOS Y MAYORES… TODO SE HA PERDIDO, INCLUSO LOS FONDOS EUROPEOS CONCEDIDOS Todo se fue al traste por un fallido Centro de IA en el que solo en un año se han gastado casi 200.000 euros en sueldos (el director del centro cuesta alrededor de 63.000 anuales, más los sueldos cercanos a los 35.000 euros de los científicos a los que metieron como asesores). Uno de los científicos acabó marchándose y a los otros les ha rebajado de categoría, lo que adelgazará ahora el gasto, al menos hasta que entren otros 20 científicos, en un proceso de momento fallido. Ni el concurso para contratar gente ha salido bien. Hasta ahora, la única actividad conocida allí son las 19 conferencias emitidas vía Youtube (con escasa repercusión) y la elaboración de una página web municipal. El alcalde ha cambiado una referencia en innovación por un edificio vacío que programó 19 charlas de Youtube El regidor había prometido al cerrar La Molinera que trasladaría su actividad al Claustro de San Francisco. Un año y tres meses después, todo quedó en agua de borrajas. “Aquí no hay nada, no hay ninguna actividad”, confirmaban esta misma semana a la entrada de La Molinera cuando un ciudadano se interesaba por si podía realizar alguna actividad en el interior. En la puerta, no hay ningún cartel que acredite que eso es un Centro de IA y en el interior, a falta de saber lo que se cuece en los despachos, solo lucen mesas vacías, sin nadie que haga el amago siquiera de trabajar. De hecho, Jácome reconoció hace semanas que ya no se llamaba ni Centro de IA, sino que era un Centro de Innovación Tecnolóxica Municipal, porque Xunta y Diputación no le ayudaban. Eso lo dijo pocos días después de rebajarle el sueldo a sus tres científicos -al pasarlos de asesores de DO a simples auxiliares-, un explícito reconocimiento de su fracaso. Interior de La Molinera, la pasada semana, por la mañana, sin ninguna mesa ocupada. El equipamiento informático que venía con el proyecto inicial de La Molinera fue repartido a otras dependencias municipales (ordenadores, pantallas…). Queda por saber el paradero de las impresoras 3D fabricadas en su momento en los talleres del Espazo Makers, en paradero desconocido, y gracias a las cuales se llevaron a cabo iniciativas solidarias como la creación de mascarillas y pantallas durante la pandemia o la entrega de juguetes a niños ingresados en el hospital. Y eso que cuando Jácome cerró La Molinera, prometió trasladar todas las actividades, talleres y lanzaderas al Claustro de San Francisco. Nunca se llegó a cumplir.