Historias de un sentimental

De la “Charanga do Cuco de Velle” a la cima empresarial de Galicia

Moretón y yo, ayer y hoy.
photo_camera Moretón y yo, ayer y hoy.

Pensaba yo el otro día, cuando una representación nutrida del mundo de la empresa, la sociedad, las instituciones y la política de Galicia se reunió en Vigo para celebrar el 30 aniversario del Círculo de Empresarios, antes Club Financiero, y entregar su medalla de oro a un notable hijo de esta nuestra ciudad, empresario del sector vitivinícola y otros ámbitos diversos, que pocos sabrían que aquel campechano personaje era al tiempo uno de los gaiteiros de la Charanga do Cuco de Velle, inolvidable grupo musical ourensano y, por tanto, universal. Yo estaba allí como compañero de colegio de José María Fonseca Moretón, entrañable amigo de toda la vida y condiscípulo en aquel recordado colegio salesiano de los años sesenta. Moretón, como le llamamos los compañeros para abreviar, era un mal estudiante, tanto que un cura, llamado Evelio, preocupado por él, solía decirle: “¿Qué será de usted el día de mañana, qué comerán sus hijos?”. Le preocupaba su futuro, pero no acertó. Ha llegado a ser uno de los más importantes empresarios de Galicia de nuestro tiempo con presencia en varios sectores, especialmente el vitivinícola no sólo de Galicia, sino de otras regiones españolas.

Como sus hermanos y su madre, José María es un músico excelente y domina varios instrumentos, especialmente la gaita. Y en ese sentido, su cordial sencillez lo incorporó a diversos escenarios, porque aparte de la Charanga do Cuco de Velle uno se lo puede encontrar en los conciertos de un grupo de abogados y otros profesionales, aficionados de nivel, que de vez en cuando nos ofrecen una actuación en la noche viguesa. Ahora que le han otorgado esa distinción como empresario distinguido, me acuerdo de que este singular ourensano ya lleva recogidos otros galardones diversos. Hace diez años, el Colegio de Economistas de Galicia lo nombrara “Economista del año”, por su excelencia empresarial.

Cuando nos vemos, inevitablemente hacemos dos cosas: entonar una canción escolar que aprendimos en los Salesianos de Ourense, que habla de pájaros y flores, y recordar al citado padre Evelio. Como digo, este singular personaje auguró al bueno de Moretón el triste futuro que le aguardaba a él y a sus hijos, pues mi amigo no tenía ni idea en un examen oral de no sé qué lección de historia de la que impartía el páter aquel, no precisamente visionario sobre su futuro. Yo siempre lo recuerdo y él se ríe con esa franqueza simpática que lo caracteriza.

José María Fonseca Moretón es un triunfador, y lo es sin perder la sencillez, cordialidad y la generosidad con todos y, sobre todo, el humor. Cuando él terminaba la carrera y yo ya me había metido en el periodismo, me presentó a un palestino llamado Refat Minwer Barakat, que estudiaba medicina. Nuestro amigo árabe hablaba a la perfección castellano y gallego, pero en las páginas del periódico donde yo entonces trabajaba hice constar que la entrevista fuera posible gracias a los conocimientos de árabe de José María Fonseca, que obviamente era mentira, pero quedaba bien porque aparecía en la foto al lado del entrevistado, muy serio y circunspecto. A cargo de aquella broma Moretón pasó a ser considerado un reputado lingüista. Otro viejo profesor nuestro, llamado don Amable, que leyó mi crónica, al encontrarse con él le expresó su admiración por sus saberes, a lo que nuestro hombre replicó: “Es que he cambiado mucho”.

Paras mí, José María Fonseca representa la esencia del genio ourensano y sigue siendo el divertido compañero de nuestra adolescencia y juventud. Como hacemos siempre que nos encontramos, él y yo, tras la cena de su homenaje en el Círculo de Empresarios, entonamos nuestro himno de cabecera, que cantábamos en el colegio: “Así como los pájaros y flores se alegran al venir la primavera; así también se alegran hoy tus hijos al celebrar con júbilo tu fiesta”. Porque por mucho que se haya triunfado en la vida o reciba uno todos los premios del mundo, un ourensano como Moretón es el de siempre, un gran tipo.

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