Don Alfonso Santos Junquera, almacenista de paños, consiguió sin duda lo que pretendía el día que encargó a su amigo Vázquez Gulías que le diseñara un edificio en el que instalar su almacén y la vivienda familiar

El despiporre de Vázquez Gulías

Buscaba don Alfonso Santos Junquera dar prestigio a su empresa y demostrar su poderío económico.
Noventa y nueve años después es casi imposible pasar por delante de su casa sin echarle un ojo a la fachada, admirarse del buen hacer del arquitecto y de las posibilidades económicas del propietario. Sin duda es uno de los edificios más espectaculares de la ciudad. Don Alfonso instala su vivienda en el segundo piso, ocupando toda la planta, de muchos metros cuadrados. Gulías se esmera en el exterior, con muchos aspectos claramente modernistas, permitiéndose todo tipo de licencias, como colocar galerías gallegas de color blanco, en las que utiliza hierro y granito con marcada influencia del modernismo vienés (según opinión de la historiadora Mª Victoria Carballo Calero), a base de ornamentación de hojas, flores y guirnaldas. En la fachada no faltan las alusiones al dios Mercurio, relacionado con el comercio.

Pero Gulías no sólo se esmeró en el exterior. Una vez se entra en el vestíbulo, el visitante se queda apabullado por tres elementos: una escalera de caoba espectacular (obra del carpintero Eugenio Lorenzo Vidal), unas puertas de madera de gran calidad y unas vidrieras en puertas y techo en las que el arquitecto deja clara su pasión y afición por estos elementos decorativos.

Muerto el señor Junquera, la casa permanece cerrada hasta que en 1957 la Caja de Ahorros Provincial compra el edificio e instala allí sus oficinas y un aula cultural, que durante los años sesenta y setenta jugará un importante papel en la vida cultural de la ciudad, abriéndose la casa al público. El director de la caja Ricardo Martín Esperanza ('Caíto') pasará a ocupar la vivienda del señor Junquera, tan hermosa como el resto del edificio. Los que la conocieron (del original no se conserva nada) recuerdan un completísimo office que unía la cocina y el comedor, y hermosas vitrinas empotradas en el comedor.

En 1988 la caja destina 180 millones de pesetas para vaciar el edificio, conservando prácticamente solo el vestíbulo, y encarga la obra a los arquitectos Javier Suances y Rodríguez Peña, quienes continuando la afición de Gulías por las vidrieras instalan una en las oficinas de la planta baja, con diseño del pintor-grabador orensano Quique Ortiz. Un salón de actos en la primera planta hará posible de nuevo que los orensanos puedan disfrutar del hermoso vestíbulo del edificio.

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