Francisco Rodríguez sólo quiso ser alcalde de su ciudad, y lo consiguió, pero hasta esa legítima aspiración puede estar teñida de dolor, como se ha demostrado. Esta es la semblanza de Paco de Palmés, el hombre tranquilo.

La historia del hombre tranquilo

En los soportales de la Casa Consistorial, la pasada semana, en una sesión fotográfica para su última entrevista por ahora, en La Región. (Foto: X. FARIÑAS)
La detención de Francisco Rodríguez Fernández en su propia casa y el traslado a la comisaría de Pontevedra se antoja inconcebible para la mayoría de los ciudadanos de Ourense; difícil creer que el paisano de Palmés -parroquia de la ciudad donde nació hace 59 años- pudiera estar ayer ante agentes del Servicio de Vigilancia Aduanera, incomunicado, tras un arresto tan sorprendente como meteórico.
Porque Francisco Rodríguez Fernández, alcalde de la capital ourensana, es hombre sencillo y afable, de trato fácil y asequible, un hombre de barrio -el de A Ponte- y de pueblo -su Palmés del alma-, artífice de una exitosa carrera política en los últimos años, la que le llevó a la alcaldía de la ciudad en 2007, un cargo que consiguió revalidar y con creces hace tan sólo 16 meses.

En realidad, la historia política de Francisco Rodríguez es el recorrido de un profesor de tecnología metido a sindicalista, primero, y a concejal, después, siempre al amparo de un líder político hasta convertirse, en el año 2003, en candidato a alcalde y en máximo responsable de su propia agrupación socialista, lo que le permitió volar, gracias a una ardua labor, con sus propias alas.

El ahora alcalde de Ourense ya conoció el Concello de la ciudad durante los dos mandatos del socialista Manuel Veiga Pombo, a comienzos de los años 90 del siglo pasado, ejerciendo de edil de Educación hasta 1991, cuando Veiga perdió la Alcaldía en beneficio del popular Manuel Cabezas, precisamente el que después adjudicaría al grupo Doal-Vendex la gestión de los servicios municipales de la grúa y del aparcamiento regulado en la vía pública (ORA).

Francisco Rodríguez pasó entonces al Parlamento de Galicia, a un escaño desde el que sería vocal, por las filas socialistas, en la comisión de Educación. Su carrera política, cerrada provisionalmente en 1997, se reabriría dos años después y le llevaría al Concello de O Carballiño, donde llegó a convertirse en hombre de confianza, en la mano derecha del actual secretario xeral del PSdeG-PSOE, Pachi Vázquez, en aquel momento alcalde carballiñés. Eran tiempos de perfecta afinidad entre ambos, que se deterioró en la pasada década; un distanciamiento que se manifestó con intensidad hasta en tres contiendas desarrolladas en el ámbito orgánico del partido, las que dirimieron la elección de los diputados socialistas por Ourense en Madrid, la elección del líder de los socialistas gallegos y la del último secretario provincial; sin que en ninguna de ellas, Rodríguez pudiese imponer sus tesis. El anuncio de las elecciones autonómicas para el 21-0 y la obligada necesidad de reconducir el diálogo produjo un reciente acercamiento, aunque una votación de listas abiertas en la agrupación local del PSdeG, órgano que él preside, provocó un paso atrás en la delicada relación.

La trayectoria 'en solitario' de Francisco Rodríguez, lejos de la tutela política de otros dirigentes, se inició en el año 2003 cuando, casi por sorpresa, se convirtió en candidato a alcalde de la ciudad de Ourense después de que el entonces líder de los socialistas gallegos, Emilio Pérez Touriño, destituyese al aspirante inicial, el fallecido actor Abelardo Pérez Gabriel. Eran todavía momentos duros para el Partido Socialista en la ciudad, una formación que había quedado rota por las divisiones internas tras la marcha de Veiga Pombo y que apenas comenzaba a recuperarse. Pero Francisco Rodríguez lo logró, consiguió unir al partido en la ciudad y ejercer una labor de oposición en el Concello que le convertiría de nuevo, en 2007, en candidato a alcalde. En esas elecciones municipales no obtuvo, claro, mayoría absoluta -ocho concejales fueron su aval- pero sí pudo gobernar con el apoyo de los seis ediles del BNG.

La estrategia fue perfecta. Rodríguez mantuvo el estilo campechano, que le permitió ganarse a los ciudadanos, y se rodeó de ediles expertos en las concejalías clave, de un núcleo sólido, de confianza, que le permitió llegar con holgura a los comicios del año pasado. Tanto que se convirtió en uno de los alcaldes mejor valorados de España y también de los más votados, precisamente en un momento donde el PSOE cotizaba bien a la baja.

La candidatura de Francisco Rodríguez consiguió tres concejales más que cuatro años antes y casi igualó en votos al PP, algo casi inédito en la historia política del municipio de Ourense. Era un éxito que dio alas a un alcalde que sólo confesó una meta, un objetivo en su vida, ser el regidor de su ciudad.

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