Alonso Beltrán, con 80 años cumplidos, estudia en la UNED el primer curso de Ciencias Físicas

El hombre que preguntaba demasiado

Alonso Beltrán en una de las aulas de la Uned de Ourense. (Foto: Miguel Ángel)
Es el universitario de mayor edad de Ourense. Tiene 60 años más que el alumno más joven de la UNED. Y cursa Ciencias Físicas. Quiere saber, aprender, y pregunta. Es Alonso Beltrán Martel, de 80 años, natural de Cádiz, ourensano desde hace tres déca das, que desde que emigró a Francia vive atrapado en la admiración por la cultura francesa que arrancó con los enciclopledistas e iluminó a Europa en el siglo XVIII. Estudia a su ritmo, no compite, y este año se las ve con análisis matemático e inglés científico.
Es un espíritu francés atrapado en un cuerpo español. Es un hombre de la construcción, pero es un hombre de ciencia. Es de Cádiz, pero es ourensano. Lleva aquí treinta años, pero viajando por ahí. Está jubilado, muy jubilado pero es un estudiante de primer curso de Ciencias Físicas. Un joven más.

Alonso Beltrán tiene 80 años y es alumno de la UNED, en el Centro Asociado de Ourense. No es un caso común, en una institución donde por sus características, lo inaudito, lo raro, lo excepcional, abunda. Pero Alonso necesita respuestas. Pero Alonso precisa explicarse cómo suceden las cosas que lo rodean. Pero Alonso quiere saber.

‘Desde los días que comencé a conducir tractores y cosechadoras, en los campos andaluces, se me presentaban las preguntas a todas horas’. Pero allí escaseaban las respuestas. Corrían los años 40 y el analfabetismo era un modo de vida. ‘Yo advertía que sucedían cosas en la mecánica de los tractores, y preguntaba. Pregunté una vez por qué la cadena iba más rápido que las ruedas, y me contestaron que porque siempre había sido así. Me dejaron como estaba’. Así que mientras por el día trabajaba, por la noche estudió una ‘especie’ de bachillerato laboral.

Pasada la mili, ocurrió algo. Emigró. No veía el futuro, ni siquiera enfocaba el presente. Era el ocaso de los años 50. Aquella mudanza resultó tan inevitable como antes lo fueron la mili o el bautizo. Sin embargo, emigrar a Francia transformó su historia personal. Porque ahora, cuando se hiciese preguntas, habría explicaciones.

La ilustración francesa

Allí trabajó primero con maquinaria, hasta que los camiones lo cansaron, e inició estudios de formación profesional. Se convertiría en encofrador. Acababa de cumplir 30 años. Ya toda su vida, hasta la jubilación, estaría vinculada a la construcción. Pero también al espíritu ilustrado que recorre la historia francesa. ‘Un día cayó en mis manos un libro de His toria de la Ciencia. Allí no había más que nombres franceses. Matemáticos, filósofos, astrónomos, físicos, químicos, médicos... No vi prácticamente ningún español. Aquello me daba cosa. ¿Por qué los franceses eran más adelantados? ¿Habían tenido más suerte?’.

Alonso advirtió el atraso histórico que acumulaba España no sólo en los libros. Primero en los campos andaluces, es decir, en las mentes de algunos terratenientes. ‘Conocí un cura en Sanlúcar de Barrameda que se ofreció a darnos clases, y el jefe le dijo que sus obreros no necesitaban saber leer ni escribir. ¿Para qué?’. Después, cuando emigró, advertía la distancia, el abismo en cada esquina, en cada empresa, en cada hombre rico. Hasta en las chatarrerías halló qué nos distanciaba. ‘En Grenoble me fijaba en las chatarrerías y allí descubría bombas de agua, mecanismos del siglo XVII que en España aún no existían. Creo que se lo digo todo. Pero no es raro. Hace 300 años, mientras los nobles franceses hacían experimentos, estudiaban el cielo, los nobles españoles iban de caza’.

En 1966 regresó a España, pero todavía permanece allí, en Francia. Es decir, no regresó del todo. Sí regresó, pero con Francia en el bolsillo.

Atreverse a saber

Cuando hubo cumplido los 55 años, y como quiera que fuese que seguían persiguiéndolo las preguntas, se matriculó en la UNED en Pontevedra. ‘Hice el curso de adaptación, lo aprobé, y paré’. Entonces no era compatible estudiar con su trabajo. Transcurrieron más de veinte años. Llegó el tercer milenio. Aquel sapere aude kantiano, lema con el que la Ilustración invitaba al nuevo hombre a saber, se agitó otra vez en él. En 2004, ya jubilado, se matriculó en Físicas. ‘A mi ritmo. No soy muy metódico. Cuando uno tiene obligaciones en casa, y familia lejos, y viaja, no es regular al estudiar’. Pero no tiene prisa por llegar al final, sólo ganas de encontrar respuestas a las preguntas que lo hostigan.

Te puede interesar