Javier Cruz González dijo que se veían de manera esporádica y que se sentía atosigado por la joven

El homicida confeso de Laura Alonso declaró que la noche del crimen discutieron y la asfixió

Imputado por homicidio, Javier Cruz González, vecino de 32 años, natural de Toén, ingresó en la madrugada en la cárcel de Pereiro de Aguiar. Poco antes la juez le había imputado un delito de homicidio. Los indicios en contra lo doblegaron.
A las 3.30 horas Javier Cruz González abandonó los juzgados para ingresar en una nueva dimensión: la vida carcelaria. Tres horas antes, cuando llegó en un furgón de la Guardia Civil para prestar declaración ante la juez, los vecinos de Toén que trasnochaban a las puertas del edificio lo recibieron con un cántico unánime: ‘¡Asesino!’.

La Guardia Civil lo había desnudado de su empecinamiento en tratar de exculparse de la muerte de Laura Alonso. Esa resistencia a desprenderse de la declaración de hombre inocente, fue doblegada, sin embargo, a media tarde del lunes. Todos los indicios maquinaban en su contra. Primero cayó de bruces su coartada. Mientras él aseguraba estar en casa desde las once de la noche del domingo, tras llegar de la playa, varios testigos lo situaban en el interior de su vehículo con Laura.

Negaba, desde la primera vez que se le tomó declaración, que hubiese compartido un minuto del lunes con su ex pareja, pero en su coche hallaron fibras de la ropa de la víctima. Se decía inocente, pero en el lugar en el que descubrieron el cadáver, existían pistas de su paso. Aseguraba no tener nada que ver con el últimamente, pero en su móvil aparecían llamadas y mensajes enviados el día de la desaparición, según información facilitada por la compañía telefónica. Negaba y negaba, hasta que afirmó que era culpable.

Eso sólo ocurrió cuando en la soledad de la comandancia los agentes le anunciaron que irían a casa de sus padres y registraría la vivienda. En ese instante, como un niño que tiene miedo a su padre, su obstinación en declararse inocente se quebró como un jarrón que cae al suelo. Nada deseaba menos que ofrecer ese trago a su familia. La sola idea lo indigestó, y se declaró culpable. Había sido él, él había matado a Laura provocando su asfixia con una chaqueta. Antes habían mantenido relaciones sexuales, según fuentes de la investigación. Luego hubo una discusión. En su declaración aseguró que se sentía atosigado por Laura. Las adicciones habían mutado su carácter, y llegado el momento se alteró y la mató.

Ocultó los zapatos

Este lunes, en lugar de acudir a casa, encaminó a la Guardia Civil hasta el paraje en el que había ocultado el bolso y los zapatos de Laura. El instituto armado completaba así una compleja instrucción al abocar al detenido a repetir lo que ya habían manifestado los indicios. Fuentes de la investigación creen, de hecho, que hubiese acabado en prisión aún no habiéndose inculpado.

La verdad había aguantado oculta dentro de él una semana. En el mismo momento que Laura falleció, él comenzó a sembrar falsedades alrededor, según fuentes de la investigación. Lo hizo cuando abandonó el teléfono de la joven cerca del colegio de Toén, cuando arrojó su chaqueta cerca de Moreiras. Se trataba de enturbiar el agua para que los investigadores no pudiesen ver en su fondo.

En ese minuto en que la verdad le explotó por dentro todo se precipitó. Los agentes comunicaron a la juez la nueva situación, y ésta le tomó declaración. La madrugada se echó encima, y cuando el detenido pasó del juzgado al furgón, cargaba ya con el peso abrumador de una imputación por homicidio.

La Guardia Civil lo vigiló toda la semana

Javier Cruz no lo sospechaba, pero agentes de la Guardia Civil vigilaban, desde que el lunes, día 24, le tomaron por primera vez declaración como testigo, cada paso que dio durante las siguientes seis jornadas. Mañana, tarde, noche: con esa cadencia registraron todos sus movimientos, sus descansos, sus gestos.

Una vez detenido, los interrogatorios se sucedían en tandas no excesivamente largas, que lo llevaban del calabozo a la sala en que le tomaban declaración. Pero en cada uno ponían ante él un nuevo indicio que lo implicaba en la muerte de su ex pareja.

Una vez que su resistencia se resquebrajó, relató que después de acabar con la vida de Laura se deshizo del cuerpo llevándolo en su vehículo hasta el lugar donde luego sería encontrado, cerca del campo de fútbol de Toén. Su relación con Laura era esporádica, ya que ésta salía con otra persona. Y los contactos se mantenían incluso a espaldas de muchas de sus amigas.



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