Una infancia con diabetes

Gemma Novoa, en una consulta de revisión de la diabetes infantil con Carla Castro y su madre (ÓSCAR PINAL).
photo_camera Gemma Novoa, en una consulta de revisión de la diabetes infantil con Carla Castro y su madre (ÓSCAR PINAL).
La vida cambió drásticamente para medio centenar de menores con esta enfermedad crónica en la provincia, que llevan sobre sus hombros la responsabilidad de cuidar de su salud cada día

Noches de insomnio y nervios. Eso es lo que viven medio centenar de niños ourensanos como Carla Castro antes de visitar la Unidad de Endocrinología Pediátrica del CHUO, porque esta cita no se puede eludir. Todos ellos comparten un mismo diagnóstico, diabetes, una enfermedad crónica que les hace crecer y responsabilizarse del cuidado de su salud. “Cando se lles diagnostica están moi asustados, pero adáptanse a unha nova realidade. Temos nenos de tres ou catro anos que se miran a glucemia eles mesmos e outros con sete xa se inxectan insulina”, explica Gemma Novoa, responsable de esta unidad.

Castro es una de esas niñas que conviven cada día con la diabetes y cada revisión es un reto. Las visitas con la endocrina sirven para ver la evolución de sus controles de glucemia y las veces que necesitan de una inyección de insulina. De la mano, buscan las mejores opciones para que estos jóvenes pacientes disfruten de la vida como cualquier niño: “Teñen que ser coma outros nenos e facer as mesmas actividades, só necesitan controlar máis o que comen”, apunta la especialista.

Los padres son el apoyo fundamental para estos menores tras el diagnóstico, porque les ayudan y supervisan especialmente lo que comen. Ellos también sufren las consecuencias de la detección de la enfermedad, como toda la familia: “Os pais ao principio lévano mal porque pasas de ter un neno san a un rapaz crónico. Ao ver que todo vai ben cos controis, xa collen confianza”, apunta Novoa. La vida, para todos ellos, ya es diferente.

Debut con ingreso

El diagnóstico para estos niños supone un ingreso en Pediatría. “Cando debutan hospitalízanse e aproveitamos eses días para que aprendan un montón de cousas”, señala Novoa.  La enfermera educadora les enseña cómo debe ser su alimentación a partir de ese momento, con hábitos más saludables y con un control de la cantidad de hidratos de carbono que ingerirán. Manejar la insulina es otro de los aspectos que aprenden y que será fundamental para controlar la diabetes. “En catro ou cinco días xa están adaptados, mellor cos pais”, apunta la especialista.

Los progenitores vigilan más de cerca su alimentación, ya que deben pesar los alimentos y mirar la cantidad de azúcares que contienen. Incluso por las noches deben hacerles una visita para un control de glucemia. En el caso de Castro, por ejemplo, suele ser a las cuatro de la madrugada. La visita a la endocrina sirve para analizar todos los datos de la glucosa en sangre y ver qué circunstancias provocan un aumento de los índices para tratar de buscar soluciones. Evitar más pinchazos de insulina de los necesarios es el objetivo.

Aumento de casos controlado

Tras la llegada de la pandemia y con el inicio del curso 2020-21, los casos de diabetes infantil se incrementaron. “Dende marzo ata outubro do ano pasado non tivemos ningún debut. Nos seguintes seis meses atopamos ata dez nocos casos”, comenta Novoa. La vuelta al colegio presencial y el incremento de las visitas al pediatra ayudaron a detectarlos. Lo normal en un año es que se diagnostique en torno a siete niños, como máximo una decena. Tras la pandemia se llegó a ese número en medio año, aunque ya se estabiliza.

La endocrina reconoce que los casos son principalmente de diabetes Tipo 1, dependientes de la insulina, y en su mayoría cuentan con una predisposición genética para desarrollarla.

 

MEDIDORES DE GLUCEMIA POR 120 EUROS AL MES

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Carla Castro muestra el sensor que mide la glucemia intersticial (ÓSCAR PINAL)

 

Los avances en el control de la diabetes ayudan a facilitar la vida de los niños y adultos diagnosticados. Carla Castro cuenta con un sensor que medir la glucosa intersticial y evita un mayor número de pinchazos en el dedo para valorarla en sangre, que son mínimo de cuatro al día. Este dispositivo, del tamaño de una moneda de euro, cuesta 60 euros y se renueva cada dos semanas. Para los menores está financiado por la Seguridad Social y facilita las mediciones, ya que solo precisa de un dispositivo que se le acerca y detecta un valor aproximado de glucosa. “Cada vez temos maís avances como son as bombas de insulina. Estes sensores pronto serán do tamaño dunha moeda de cinco céntimos”, destaca Gemma Novoa.

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