La longevidad es una ventaja ya no solo porque prolonga la edad del individuo sino porque puede generar gran actividad. A Ourense se la cita en varias ocasiones como si fuese una sociedad maldita porque su esperanza de vida le pone en el foco de la actualidad. Sería un error caer en el edadismo, un término que la Organización Mundial de la Salud utiliza para referirse a estereotipos discriminatorios y prejuicios contra las personas por el mero hecho de tener una edad avanzada.
Las personas mayores no solo son un eslabón social y emocional imprescindible, sino que su aportación sigue siendo un baluarte económico. Salvaron con sus ahorros o pensiones muchas economías familares durante la crisis del 2008 y lo siguen haciendo hoy. Algo más de 80 millones de euros entran cada mes en los bolsillos de los ourensanos correspondientes a las diferentes prestaciones en vigor: jubilación, incapacidad, viudedad, orfandad y favor de familiares. Parte de ese dinero puede ir al ahorro, pero también a la economía real y al consumo.
Como eslabones de la cadena económica aportan valor y estimulan la llamda economía plateada. Requieren una gran cantidad de fondos públicos para su cuidado. De hecho el 40% de los presupuestos de las comunidades autónomas se dedican a las atenciones de esta franja de edad. Pero, a su vez, dan más vida a los años, se han vuelto consumidores impensables hace décadas. Buena parte de los mayores se han digitalizado y se siguen formando para mantenerse activos.
En el año 2050 una de cada seis personas en elmundo tendrá más 65 años; una de cada cuatro en Europa y América del Norte tendrá más de 65. Se triplicará el número de personas de más de 80 años de 143 millones a 426 millones en tres décadas. De ahí que los mayores de hoy serán, a este paso, solamente maduros en poco tiempo. Desterrar el edadismo es solo el principio.
