Obituario | Alberto García Verdugo, un excepcional salesiano en Ourense

Tenia yo unos doce años cuando le conocí y me llamó, en el primer año en el Colegio Salesiano de Ourense, en 1958, y me hizo monaguillo. Después surgió la división de la provincia salesiana con la creación de la Inspectoría vasca. A on Alberto, a D. Fortu y a D. Ramón Viso en principio les colocaban en el colegio del Alta santanderino. El provincial Don Emilio Corrales que tenía de ellos un gran concepto, los retuvo en la Inspectoría de Santiago el Mayor con sede primero en Zamora y luego en León. Y para ambos su destino fue A Coruña en el colegio del Matadero. Don Alberto García Verdugo siempre contó con un gran prestigio en todos los lugares en los que estuvo. Si mi memoria es exacta ha pasado por A Coruña, director de Zamora, miembro del equipo directivo de la Inspectoría en momentos difíciles cuando el provincial de entonces lo dejó todo y D. Alberto marcó el ritmo siempre con cordura y equilibrio. Fue Maestro de novicios en Astudillo y más tarde director de la casa general de Roma. En todos estos lugares tuve el honor de visitarle y siempre recibí de él su sabio consejo y el ánimo que nunca le faltaba. Fueron muchos momentos en los que con su espiritualidad salesiana trataba de dirigir mi vocación. Al final fue Zamora su destino hasta que se cerró la casa pasando él al teologado de Atocha muy poco tiempo porque a sus 93 años se fue apagando como una vela. Por ello le enviaron a la casa de Arévalo donde murió. Y su óbito fue todo un símbolo a los 93 años: ¡el 24 de Mayo, fiesta de María Auxiliadora! Don Alberto deja muchos y ejemplares escritos sobre la salesianidad. Lo último una colección de “Buenas Noches” salesianas. Como decimos en todos los lugares por los que él pasó dejo una huella imperecedera. Fue mi padrino de misa y al igual que en mi ha dejado su impronta salesiana en todos aquellos con los trató que, fueron muchos, porque sabía al pie de la letra el consejo de D. Bosco que era vivir con los alumnos en el patio. Descanse en paz, queridísimo Don Alberto, un salesiano de pies a cabeza, un sacerdote al estilo de D. Bosco, y sobre todo una persona cercana y amigo de todos. Nunca dudaré que desde el cielo acompañará mi sacerdocio como lo hizo mientras vivió en tierra. Aún recuerdo la cena en un restaurante romano siendo él director y , frente al monumento a la Patria italiana, la serie de buenos consejos que allí me dio. Descanse en paz este excepcional salesiano y cuente ¡siempre! Con mis oraciones.