Cartas al director

Visitantes foráneos

“Si la amistad desapareciera de la vida, sería lo mismo que si se apagara el sol” 

(Cicerón)


La meteorología vuelve a normalizarse y la primavera opta por imponer de nuevo sus soleados días de temperatura agradable. Hoy volví a degustar una cerveza bien fría a media mañana y una recuperada inmersión, por la tarde, en las aguas bien calentitas y saludables de las pozas de Outariz. “Veo que os vais apropiando de aquellas instalaciones los jubilados-”, me reprochaba un amigo reacio al agua como los gatos. “Pues, sí -le respondí pausadamente-, solemos ser la mayoría, no la totalidad. Es muy recomendable para todos, veteranos o no”. Ya en las proximidades de mi objetivo, me abordaron educadamente una pareja de alicantinos, interesados por la temperatura del agua de las pozas. Habían venido del clima suave del Levante, recomendados por su propio hijo, amigo del Camino de Santiago. Me sentí halagado al poder informar sobre “as boas cousas da nosa terra”, como son, entre tantas otras, las aguas termales. 

La conversación siguió, ya semi-inmersos los tres en un rincón de la poza grande, sentados sobre la piedra lisa que hace de asiento bajo el agua, mientras otras más áridas sirven de respaldo, e incluso útiles para restregar la espalda a modo de automasaje natural y gratuito. Su viaje en AVE hasta la capital había sido muy agradable -me contaban con satisfacción manifiesta-, y les estaba gustando nuestra provincia, tanto es así que ya planeaban volver y visitar los entornos más cercanos y atractivos de la misma. Para algo eran tiempos de disfrutar de su jubilación. 

A unos pasos-náuticos de nosotros, podíamos detectar, a ratos, la conversación de un par de “académicos de la lengua”, de esos colegas con los que te encuentras por todas partes no solo en la cena familiar de Navidad. Con frases mal construidas, pero ciertamente inadecuadas, se entretenían criticando a los forasteros -supongo que, además de los portugueses, estábamos también nosotros-. Menos mal que no suelen divisarse por allí inmigrantes, porque entonces serían peores sus proclamas.

Galicia siempre fue acogedora, porque fue acogida en su desafío de búsqueda de una vida mejor por el mundo adelante. No entiendo muy bien por qué hay compatriotas tan cerrados con los que nos visitan, sean de aquí o de allá. El mundo está constituido por una gran familia, y los gallegos la tenemos en gran estima. Compartamos, pues, lo bueno que tenemos, entre otras, la riqueza de ese líquido tan saludable que aflora desde las entrañas profundas de nuestras montañas, en tantos puntos de nuestra tierra aquella que ha recibido el apelativo honorífico de “Ourense, a provincia termal”.