Opinión

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En Ourense sabemos por experiencia histórica que los Presupuestos Generales de una administración como, pongamos por caso, la del Estado, no son más que papel y no precisamente papel moneda. En realidad desde hace unos años no son siquiera celulosa, sino una retahíla de números que se pierden en la sorprendente capacidad de almacenamiento de un pendrive. Son cifras virtuales que, en Ourense, apenas sirven de lejanísima aproximación a lo que terminará siendo la inversión materializada una vez haya finalizado el año presupuestario. Eso explica que año tras año se repitan compromisos económicos para edificios, circunvalaciones o autopistas que tal vez no lleguen ni a utilizar nuestros nietos. La verdad de cada presupuesto se llama ejecución presupuestaria, pero esta, los políticos no la proclaman en rueda de prensa. Por razones obvias.

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