Opinión

Mi padre

Mi padre, Luis Rodríguez Miguez, falleció el pasado 27 de febrero. Dicen que las penas compartidas son menos penas, pero yo no lo siento así. Nada, nada puede aliviar el dolor por el que mi madre, Mariluz Villar, y yo, estamos pasando en este momento. Pero no quisiera dejar pasar este instante sin compartir con todos aquellos que me quieran leer, el significado de la vida magnífica de mi padre. Quiero compartir la alegría que trajo a este mundo, porque eso le da un sentido inapelable a su existencia. 

Yo amaba, amo a mi padre, por ser mi padre, pero también por ser el hombre que fue. Cuando cayó enfermo, recibimos numerosas muestras de cariño, y en muchas de ellas se repetía la idea de "cuánto hizo por mí". Sí, mi padre hizo mucho por mucha gente. Tenía una generosidad espiritual que sólo puede nacer de la grandeza. Mi padre era de esos hombres que preferían perder antes que perderse. 

Conocí a su lado una vida extraordinaria. Con la marcha de mi padre, muere parte de ella, porque ya sólo permanecerá en el recuerdo, y no podré revivir con él nunca más aquellas experiencias que compartimos, aquellas vivencias únicas que él creó para mí. El recuerdo pasará a ser un relato íntimo, o algo que contaré a los demás cuando la nostalgia se haga fuerte, pero dejará de latir porque aquellos que estuvieron allí para verlo, para vivirlo, ya no están. Cuando alguien se va, no supone sólo el dolor de la partida, sino del mundo que se va con ellos. 

Con mi padre se va un mundo maravilloso. Un mundo que él supo hacer maravilloso. Tuvo los mismos problemas que el resto de los seres, pero su manera de vivirlos hizo de él la persona excepcional que fue. Todos aquellos que le conocieron recordarán su sentido del humor, resultante de un estoicismo vital de una profunda sabiduría. ¿Por qué llorar si se puede reír? En mi casa, las sobremesas se alargaban infinitamente y en ellas se hablaba de lo divino y de lo humano. Mi padre siempre aligeraba lo divino y dignificaba lo humano con su sorna. Una sorna que era la marca de su sobresaliente inteligencia. 

No voy a hablar aquí de sus logros profesionales, que fueron muchos y variados, ni de cómo contribuyó a la vida de su comunidad de muy diferentes maneras. Ya he escrito un libro sobre eso. Sólo quiero decir, si me lo permiten, que sin él, el mundo será ciertamente un poco peor. 
Porque mi padre, de pura excelencia, parecía un personaje escrito por una pluma divina. Nos quedarán los sueños para volver a estar juntos, y el despertar para descubrir con inmenso desconsuelo que se ha ido. Pero volverá la noche. Y el hombre soñado volverá a habitar el mundo que le corresponde. Y allí estaremos con él. 

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