Opinión

FOLLIÑAS QUE LEVOU O VENTO

La reciente publicación de los cuentos de Eduardo Prieto Casares se presenta con un título familiar: Folliñas que levou o vento. Contos da Ribeira Sacra. El diminutivo que la encabeza (Folliñas) ya anuncia su contenido: breves historias, anécdotas, cuentos, relatos, que ubicados en entornos fácilmente reconocibles, dan voz a un paisaje imaginario de personas, de objetos y labores rurales que existieron y dejaron de ser. Recuerdos, memorias, vivencias autobiográficas, niñez y adolescencia, se van hilando, cuento a cuento, como Folliñas, que el viento otoñal se llevó y que se recobran como memoria escrita. Quien narra con suelto estilo es el rapaz (Diario dun neno labrego) que pateó las agudas pendientes de soutos, viñedos y carballeiras, entre San Fiz y Barxacoba, por la Veira do Mao y A fraga do Covelo.


Las folliñas son también imágenes narradas que, ya en el otoño de la vida (que levou o vento), se engarzan con soltura a modo de una imaginada cartografía de vivencias recobradas. La memoria es lo que nos queda de lo que fuimos y es, de acuerdo con las Confesiones de san Agustín, la fuente de creación del pasado como experiencia biográfica. Ya la romántica Rosalía de Castro inscribió en el imaginario colectivo de su tiempo la conciencia del paso del tiempo: hoy somos y mañana ya no estamos. Folliñas que levou o vento son a la vez un consagrado arquetipo de la tiranía del tiempo que día a día socava la frágil existencia humana. Lo consagró un famoso filme de mediados del siglo pasado: Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind).


Formas de vestir, de comer, de trabajar, han cambiado radicalmente la vida cuotidiana de la Ribeira Sacra. Las aldeas vacías, las casas cerradas, las parroquias sin feligreses, los campos abandonados, los caminos apenas transitados. Las visitas son esporádicas; apenas los fines de semana. Los senderistas llegan en autobús, recorren las laderas, cruzan sotos y carballeiras, bajan y suben las precipitadas pendientes y, llegada la tarde, de nuevo en autobús, vueltos a la ciudad. Ya no se calzan zocas, ya no se comen papas con leite mazado, apenas castañas cocidas, pocas veces el caldo con navizas, y pocos recuerdan palleiros, sequeiros, medas, fiadoiros. De-saparecieron los objetos de labranza: el carro que cantaba, su timoncela, el arado con su chavella y sus abeacas, la cava del monte, tuleiras, roza dos toxos y la presencia del afilador, del quincalleiro y del capador, quien anunciaba su presencia soplando su chifre con agudas notas musicales ¿Quién recuerda ya los continuos pleitos por las aguas, las caminatas a media noche para cambiar el curso del regueiro? En muchos de estos pleitos, ganados o perdidos, se documentaba la obsesión por el agua, imagen de fertilidad, frente a su carencia, la sequía. Los acuerdos se rompían y a media noche se vigilaba la llegada del furtivo. La cultura material (objetos de labranza, labores del campo, enseres de cocina) se ha radicalmente alterado.


La transformación de la vida rural en las últimas décadas ha sido más profunda que en los trescientos años previos. Nuestros abuelos nunca soñaron ser lo que somos. Ya no se labra la tierra para vivir. Se ha erradicado la economía de subsistencia. Se cultiva la imaginación y la mente con los incentivos de una nueva industria, nunca antes imaginada: el turismo rural. El cuerpo no se esclaviza; se recrea con la vista panorámica, con la visita a la iglesia románica, al viejo cenobio, a las tumbas antropomórficas, al precipitado murmullo del Mao desencadenado y su volada pasarela, al pájaro insólito que anida en sus laderas, a la gastronomía casera, al oloroso vino que ya llega hasta la lejana bahía de San Francisco. El pasado ya no es lo que es el presente, ni el futuro ya no será lo que era.


Eduardo Prieto Casares ha trenzado, con una rica variedad de referencias textuales (antropología, etnografía, autobiografía), el paisaje humano de la Ribeira Sacra. Folliñas que levou o vento son el mejor documento de lo que la Ribeira Sacra fue y ya nunca volverá a ser. Una ruta de historias y relatos que quedan fijas, en contra del tiempo y del olvido, en las página que les dio voz: la de Eduardo Prieto Casares. El Concello de Parada de Sil, al frente de su activo alcalde, Francisco Magide Bizarro, le rinde un merecido homenaje.

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