Opinión

ETA-HB: LAS PALABRAS Y LOS HECHOS

En una secuencia perfectamente planificada, medida y pactada ETA-HB han dado un nuevo paso para conseguir lo que es su objetivo esencial: estar en los ayuntamientos. Presentarse a las elecciones del 22-M es para ellos trascendental. Y a ello aplican todo su esfuerzo. La renuncia en el futuro, curioso matiz, a la violencia es la moneda de cambio por la que pretenden alcanzar su meta.


Resulta estremecedor que ello suponga algo así como decir: los mil asesinados, los mutilados, las víctimas del chantaje, la extorsión y la coacción son pelillos a la mar. Bastan unas palabritas y ya quedan lavados los crímenes, purgados los delitos y ellos, blanqueados, acceden a todos los beneficios democráticos. Así que con que ETA, sin abandonar las armas, sin voluntad alguna de disolverse, sino de seguir tutelando y dirigiendo a su brazo político, declare una tregua a la que en breve añadirá otra palabrita: 'irreversible', y que sus portavoces, en perfecta sintonía, se pongan la túnica 'cándida' ha de suponer que la sociedad y el sistema democrático dé por bueno todo y les abra de par en par las puertas. Más que cándidos lo que seríamos entonces todos sería unos perfectos idiotas.


Que ETA se disuelva, entregue las armas y desaparezca es algo que ansiamos todos. Pero que ello, como se parece pretender, suponga que hayamos de olvidar a sus víctimas o que los criminales no paguen por sus delitos es algo que no podemos tolerar nadie. Ello sería tan miserable como dar por cumplida su deuda, de sangre y de terror, porque nos prometen que no volverán a matar ni a aterrorizar. Pero es que además ni a ello están dispuestos. Batasuna, que es ETA, lo único que ofrece es una representación teatral y en teatro para conseguir seguir siendo quienes son, parte de ETA, y haciendo lo que hacen.


Porque una cosa son las palabras y otra los hechos. Y son los hechos los que deben atestiguar ante la sociedad que esa andada ha quedado definitivamente descartada. Y los hechos en los ayuntamientos que dominan, de enaltecimiento a los asesinos, siguen siendo la seña común de todos ellos. Por ello la pretensión de conseguir borrar medio siglo de crímenes con unos cuantos adjetivos no puede engañarnos a nosotros ni al Gobierno ni a la Justicia. Los hechos deben acompañar a las palabras, que no hay que olvidar vienen obligadas por su acorralamiento y sensación de derrota. No han nacido de la convicción sino de la necesidad de supervivencia. Obligados o no, lo que les queda es, a los unos, purgar sus culpas, y a los otros, sus cómplices, demostrar la veracidad de lo que dicen. Ello lo hará el tiempo. Su interés está muy claro, el de la sociedad española también. El que resulta un poco sospechoso es el del Gobierno. Quiero creerlo y la prueba del nueve es bien clara: si ETA está presente en las elecciones del 22-M con la piel o el disfraz que sea, las sospechas de algunos se convertirán en certeza de una nueva indignidad, de otro repulsivo 'Proceso' en el que perdamos los demócratas y logren réditos políticos los terroristas.

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