Opinión

INCOMPRENSIBLE

Leo que, lamentablemente y según informes oficiales, aumentan los abusos sexuales en familia. Esta digamos 'desviación', para no meternos en pútridos terrenos pantanosos, siempre ha estado presente a lo largo de la historia, incluso culturalmente, pero dentro de nuestro mundo y de nuestra cultura, reviste la mayor gravedad en cuanto a los delitos sexuales. ¿Qué impulsa a semejante aberración cuando la libertad de que se disfruta permite echarse al monte a desahogar el instinto cuanto y como se quiera? ¿O es que el aumento de éstas perversiones se deba al ambiente amoral del 'todo vale' que impregna a la sociedad actual borrando en ella cualquier límite de respeto al otro, aunque ese otro sea el propio hijo, hija o mujer? Cuando más 'educación sexual' hay impartida de mil formas; cuando todo gira alrededor de ella, que aquí no se salvan ni las escobas; cuando los medios de comunicación especialmente la televisión se convierten en celestinas paniaguadas, y se venden las intimidades más personales en publica subasta; cuando se habla de libertad a todas horas pero nunca de responsabilidad y la formación de las personas brilla por su ausencia (y escribo esto en términos generales), no queda más remedio que pensar que todo empuja al individuo o individua a pensar que todo el monte es orégano y que una vez abatidas las barreras no queda más que perseguir la caza sea cual sea y a cualquier precio (que casi siempre es gratis). Al hilo de la noticia comentada, leo también a mi admirado Moncho Conde Corbal en estas mismas páginas de La Región, su oportuna 'Opinión' sobre 'Trata de chicas'. Otro problema que entra de lleno en el tema que ocupa este espacio hoy. ¿Cómo es posible que a estas alturas se trafique con seres humanos, y más, en demócratas? ¿Cómo se entiende que en esta sociedad proclive y generosa a cualquier emparejamiento de una noche, se compre y venda a las mujeres a las que se convierte en esclavas mediante torturas físicas y psíquicas rebajándolas al estado de bestias? ¿Dónde están los derechos humanos? Y ¿cómo puede haber individuos que frecuenten los tugurios en los que saben que esas mujeres son obligadas bajo amenazas a ser blanco de sus depravaciones? Incomprensible y condenable tal actividad criminal con todo el peso de la ley, que nunca será un infierno semejante al que se somete a las víctimas.

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