Opinión

¡Todos a la cárcel! Menos los delincuentes

Qué país... y qué fácil lo tendría hoy Berlanga para rodar hoy su conocida película “Todos a la cárcel”. Pero lo que está sucediendo en España desde hace tres años ya no es una parodia, ni tampoco una comedia, sino todo lo contrario. La cárcel ya no es el destino de los condenados por sedición o malversación. Ni tampoco echan ya mucho tiempo en ella los condenados por delitos sexuales. Y la prueba está en que a día de hoy casi 250 condenados por ese abominable delito ya se han beneficiado de una reducción de sus penas, y muchos ya están en la calle gracias a la presunta “generosidad” del Ministerio que, teóricamente, debería proteger más a las mujeres. Es decir, por obra y gracia de la ley del “sólo sí es sí”, impecablemente redactada y aprobada, conjuntamente con sus competentes y eficientes socios socialistas, de la ministra podemita de turno y de su séquito de vividores públicos, con sueldazos como los de la secretaria de Estado de Igualdad, con unas retribuciones públicas anuales de 119.556 euros, o los 79.415 euros anuales de la ministra de Igualdad, casi nada y dicho todo. Y es que, de momento, en esas manos estamos, y sobre todo ellas... para su máxima alerta y preocupación. 

Tras la derogación de la sedición y la rebaja de la malversación, la presunta impunidad de los corruptos en este país flota en el ambiente de la sociedad española generando un rechazo y hartazgo del Gobierno bipartito social comunista de tal calibre que algo me dice que los va derivar a un descalabro político en las próximas citas electorales como pocas veces se ha visto en nuestro periplo democrático. Pero mientras eso no suceda, el libertinaje y la anarquía conjuntamente con los tics totalitarios de quienes ocupan el poder político es el pan del que se alimentan con gula los radicales separatistas y la extrema izquierda. Una vez más, Isabel Díaz Ayuso da en la diana con sus valoraciones y nos advierte de que “se están devolviendo los primeros favores y veremos cosas que nos helarán la sangre a lo largo de estos meses”. 

Y la guinda de todos las aberraciones que estamos viendo y soportando puede ser la vuelta a España del prófugo de Waterloo, Carles Puigdemont, para tomarse tranquilamente unas copas en las ramblas barcelonesas riéndose a carcajadas de absolutamente todo y de todos. Si esto sucediera, y es bastante posible, la totalidad de las instituciones de este país quedarían a la altura del betún, y su ya frágil credibilidad dejaría de existir de inmediato, sin paliativos. 

Pero la preocupación más inmediata ahora es comprobar si nuevamente la sociedad española tendrá que soportar el ver cómo, día sí y día también, los corruptos encarcelados saldrán a la calle o verán reducidas notablemente las penas a las que han sido condenados. Y es que cientos de políticos condenados y encarcelados por corrupción pueden empezar a salir de las cárceles mucho antes de tiempo, dando un “ejemplarizante” mensaje de cómo se puede robar dinero público a manos llenas y aquí ya no pasa nada de nada. Así que, atentos a los casos de corrupción más mediáticos de los últimos años y al goteo de las reducciones de condenas de políticos corruptos de todos los colores. 

Mi conclusión es que el mensaje y el legado que le deja este Gobierno socialcomunista a nuestros jóvenes es lo peor de lo peor en todos los ámbitos. Destrozando la convivencia y confrontando a semejantes en una espiral destructiva como no conocía este país desde hace casi un siglo. Si ese es su modelo de Estado, pues que se lo guarden para ellos, y que dejen a España y a los españoles en paz que bastante daño han hecho ya. 

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