Opinión

Moka Alessi Chipperfield

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Es tentador pensar que cada cosa que usamos tiene la carga de los anteriores que la han usado. Esto nos hace apreciar mejor lo heredado y cuidarlo bien para que llegue hasta el próximo. De todos somos custodios temporales. Algunos llegan limpios por fuera, pero con la memoria orgullosa de ser el fruto de buenos inventos y buenos pensamientos que han evolucionado hasta llegar a nosotros. Esto pienso al moler el café para alimentar la moka Alessi. La moka es el invento italiano para hacer del café exprés un lujo doméstico que inventó Alfonso Bialetti en los años treinta. Sé que hay un montón de métodos mejores para degustar el café que una moka, pero proporciona una solución sencilla, rápida y útil. Si eres capaz de surtirte de un café de especialidad razonable y tienes un molinillo que trabaje con eficacia, la cosa del café puede ser un placer cotidiano ciertamente sibarita, sin tener que acudir a grandes y carísimos tostadores, ni filtros a prueba de neurosis o carísimas máquinas espresso. Mi padre decía aquello de “Medèn ágan”, nada demasiado, ese “no te lo flipes” que ya habían aprendido los griegos clásicos de esta cosa de la vida. Hacer las cosas bien pero no demasiado bien. No ser prisioneros de lo excelente si no viene con un opíparo relajo.

Esta cafetera es de Alessi, una de las casas icónicas del diseño italiano de posguerra como Cassina, Olivetti o Vespa. Sigue el diseño clásico de la original Bialetti, en aluminio, pero con hermosas novedades como la tapa plana para calentar la taza o una boca de pico exagerada y fantástica. La ha rediseñado David Chipperfield, el arquitecto inglés que vive en la Costa da Morte y dice tener un plan para acabar con el feísmo gallego. La vi en su tienda de Milán en una de las bienales a las que fui a hacer eso del periodismo. 

En este planeta herido de confort, donde el frío se vuelve templado y lo templado infierno, quizá seamos la última generación en tomar café y otros cultivos tropicales. Mientras, seguiré usando esta moka cada mañana. Cuando hierve el agua, conmigo, el señor Bialetti y todos los que han querido hacer de este asunto del café un milagro cotidiano.

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