Opinión

Tijeras de podar Opinel

En la jardinería, como en la vida, cualquiera puede darte consejos sin preguntar. “Corta estas zarzas”, “poda la higuera”, “injerta el cerezo”. No hace falta tener demasiada autoridad moral, ni ser admirado ni admirable. Basta con abrir la boca y decirlo. “Deberías segar la hierba”, “si no podas el manzano no te dará fruta”, “ya vas tarde para los tomates”. Son pocos los que vienen a estas soledades, pero sobran opinadores y bienaconsejantes. “No plantes abedules”, “hay demasiados robles”, “el limonero no sobrevivirá las heladas”. Cuando uno tiene un jardín y un huerto, todos parecen querer ser tu maestro. Sobre todo, si se quiere dejar a la naturaleza en paz, cuando no hay más caminos que los caminos que abren las fieras, se celebra cada árbol espontáneo y son bienvenidos el topillo y el jabalí.

En esta casa no se poda. No se siega. No se corta. Para escuchar a la cosa verde primero hay que callarse y dejar de limpiar la hierba como si fuera una encimera. El bosque que está debajo sólo podrá salir si dejamos de acuchillar el suelo. Para seguir este mandado es importante escuchar a los árboles, sentir las capas de agua bajo los pies, ser paciente como una montaña. 

En mis paseos llevo conmigo algunas herramientas para atenciones pequeñas, como estas tijeras de podar Opinel. Son de acero inoxidable con el mango de madera de haya, el árbol que llegó hasta aquí en la última glaciacion. Son unas tijeras coloridas y alegres. Tienen un seguro de plástico rojo para regular el corte que contrasta con los topes azules. Me las regaló alguien que me conoce bien. En ellas se encuentran el goce estético de admirarlas y su increíble precisión. Porque son hermosas y cortan estupendamente. Con ellas recojo las hortalizas cuando tengo hortalizas o debo cuidar alguna rama desatendida que merece cura. Vienen amarradas al cinturón.

En estas tijeras quirúrgicas empieza el jardín. Son la herramienta principal de un lugar que se resalvajiza con lo mejor de la vida: tiempo y paz. Corto poco, pero cada corte es como una palabra bien dicha. Tan hermoso, que el clic de la tijera hace sonreír. Que así sea siempre.

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