Opinión

Tres familias numerosísimas

Sorprende que por estos calores pasados, el poder de convocatoria de los Méndez-Novoa sea capaz de reunir a nada menos que 105 descendientes y adláteres en torno a la figura de Lerenda, el primer fallecido de esa familia en el pasado marzo; era el mayor de los hermanos al que no podía discutírsele ese amor a la vida y al optimismo por bandera, lo que le llevaba a una imaginación desbordante en la que él campeón de cualquier deporte al que se dedicara, en este caso el tenis; nosotros le llamábamos cariñosamente ”Morales”, y de esto mucho sabe su hermano Pepín, y un hijo, Javier, que resucitó en él la pasión de este deporte, casi diariamente entrenando con Cuña cuando llevaba varios años apartado de su práctica, llevándole incluso a varios campeonatos de España de superveteranos. La fiesta en Oira estuvo cargada de emociones, lloros incluidos.

Cuando ellos 12 hermanos, nosotros una familia de 15 que no fuimos capaces de reunir tanta asamblea o al menos con continuidad. Mi padre echaba las cuentas de la lechera, en broma, atribuyéndole a cada hijo otros 15 con lo que en la tercera generación ya formaríamos un mini estado, y en las siguientes, toda una nación. Claro que las cuentas fallaron y solamente una poco más de sesentena de miembros del clan Outeiriño-Míguez pudieron reunirse tres años ha.

Los Villalva, de tan montañeros, podían inculcar ese amor por la naturaleza a sus descendientes desde la más tierna infancia. Aquí llevando en serón a un bebé cuando bajaban de la sierra de San Mamede.
Los Villalva, de tan montañeros, podían inculcar ese amor por la naturaleza a sus descendientes desde la más tierna infancia. Aquí llevando en serón a un bebé cuando bajaban de la sierra de San Mamede.

Los Méndez-Novoa, esa familia descendiente de Celsa Novoa y Servando Méndez han sido muy prolíficos como dije; quizás por el impulso de esa madre nutricia que fue Celsa, mujer que de tan emprendedora compaginaba su papel de empresaria entre lozas y vajillas en la calle de La Paz, con el de hostelera en los atardeceres de Oira, y siempre de madre para todo lo que de menester en la casa se hace. Una sorprendente ubicuidad que yo viví y a la que crédito no daba porque incluso en los estivales atardeceres de Oira tenía tiempo para desplegar su esplendidez con todos los amigos de los hijos. De Servando Méndez, el jefe del clan, que era un probísimo apoderado de la antaño poderosísima casa de los Aguirre, que ferretería tenían y casa daba a sus altos empleados. Que me enseñen la fórmula para reunir a tanta familia que yo desconozco, aunque un hermano mío se encarga de las convocatorias, y otro, éste si el menor de la familia Villalva-Montero, José Luis, que aunque desde allá por Málaga es el aglutinador de esos que catorce hermanos fueron, ahora doce, de los que muchos o por Barcelona, Madrid, Málaga, Coruña… tres en Ourense, lugar último de la familia cuando el padre de jefe de aduanas ejercía. Estos entrañables amigos que te hacen sentir como si de la familia fueses, solían reunirse anualmente, no menos del centenar, a monte y manteles, sobre todo en Porto de Sanabria, que otro lugar mejor no habría, para patear las Trevincas, pero que por el covid hubieron de posponer sus familiares asambleas. Así que podrías hallar a gran parte de sus vástagos ascendiendo a las Trevincas y los que no, por algún impedimento, de menos trote y acaso años ( los 90 de Andrés, Andy para el entorno) se quedaban para paseos en torno a la sanabresa aldea capital municipal, a cobijo del siempre manante rio Bibei. Rivalidad tuvimos con los Villalva-Montero, que si ellos doce hermanos, nosotros trece; si ellos trece nosotros catorce hasta el desempate final cuando nosotros 15; con los Méndez-Novoa, que yo recuerde, ninguna, porque eran los primeros los que los talones nos pisaban. Más familias en la ciudad haber podría de tantos miembros que uno desconozca.

Qué decir de los Villalva-Montero que no se haya dicho, por lo mucho que de ellos se podría estar hablando desde cuando venidos de Zamora, de procedencia madrileña, aquí afincados en tiempos en los que el patriarca Andrés, por motivos profesionales, hizo del Posío morada y de sus hijos, industriosos y hábiles en todo lo que emprendían ya fuese armar un motor de automóvil con piezas de aquí y de allá, o curvar esquíes en las cálidas aguas de As Burgas, o elaborar veleros de madera o poliéster para surcar las aguas o aparatos voladores, llamados también veleros, para surcar los cielos. Nada se ponía por delante a tan industriosos y geniales hermanos que de los deportes de montaña y vuelo enseña hicieron, y reconocibles en el hablar por ese particular acento y deje, que todos detentan y conservan. Esto dentro del campo de sus aficiones; en el de las profesiones, cada uno triunfador a su manera, que es cuando la vida te da la oportunidad de trabajar en lo que te gusta, de lo que maestros simpares los Risco-Ulloa.

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