Opinión

Nadal, en los detalles; otros cercanos, en mucho

Estampas estivales.
photo_camera Estampas estivales.

Tengo como vecino de comunidad en verano, allá en Viveiro, a un recién estrenado nonagenario que se ha proclamado campeón de España de su edad en las pistas que tiene Rafa Nadal en Manacor. Allí pensaban acudir, dentro del arco de su edad, en un alarde de afición a toda prueba, Toño Cuña, que no pudo por lesión; y el animoso Lerenda, inesperadamente desaparecido. 

Este estival vecino, al que veo de entrenamiento con una agilidad impropia de su edad, podría pasar como septuagenario en buena forma. Nada más ser campeón, contrajo un covid que le tuvo hospitalizado largo tiempo y con riesgo de morir. Durante su convalecencia, recibió los ánimos del mismo Rafa Nadal, quien prometió echar unas bolas con él una vez se repusiese. Esta es la anécdota: que una figura mundial como Nadal esté en los detalles, pese a hallarse en el fragor de ese mundo competitivo. 

Ahora está casi restablecido y con ánimos reforzados para volver a la pista y al campeonato de España de estos más que superveteranos que dan ejemplo de deportividad, como el que nos referimos. Enrique Ayala, pacense (de Badajoz), residente en Madrid, ingeniero y promotor inmobiliario, no duda en saltar a la pista para competir. Si no dijera su edad, sorprendería… y a los que lo vemos pelotear, más. Y lo más remarcable es que juega acá y allá, donde se celebren torneos para mayores de noventa, y que va a ser seleccionado para los campeonatos del mundo de su edad. Es un tenista que dice que, si le echan un globo, jamás malgastaría sus fuerzas en correr hacia atrás, si no que se concentraría en el siguiente punto. Esta forma de ver la vida debe desechar el fracaso y estar activo para lo que sobrevenga, lo que también le permite mantener la ilusión y atender sus negocios.

Cuando ya los porteros automáticos han sustituido a los humanos, parece que aún son insustituibles en grandes comunidades o urbanizaciones. Allá por Viveiro, tenemos un conserje insustituible y del que casi todos los vecinos decimos que, si no existiese, habría que inventarlo. Es de esos que velan por la comunidad tanto que, a veces, se percibe que sin él sobrevendría el deterioro incluso de la convivencia vecinal. 

Antes tuvimos otro, heredado del promotor, que afortunadamente se fue en busca de mejores aires, sin saber el beneficio que tras él dejaba. Tanta prerrogativa se arrogaba, que más parecía presidente de la comunidad que servidor de ella. Por fortuna para los propietarios, otro le relevaría con cualidades demostradas por su conocimiento, saber estar, competencia y disponibilidad a toda la comunidad sin distingo de propietarios. El problema es que cuando se jubile, quién será capaz de sustituir a este velador al que acaso se deba la fácil convivencia de casi un centenar de propietarios. 

Bienvenidos los porteros automáticos que han sustituido a tanto chisme, menos en esas grandes comunidades donde la figura del portero conserje es irremplazable, como en nuestro caso. Y no solo se aleja del chisme, sino que potencia, con su saber hacer y estar, el -digamos- prestigio del edificio. Modesto Sánchez Casás se llama este más que amigo de unos cuantos, gracias a un afable carácter, no exento de decisión cuando la ocasión lo requiere. Modesto ejerció, entre otros muchos y varios oficios, el de mecánico naval de unos cuantos embarques por esos mares donde el Gran Sol se ubica.

La libratura de cancerberos alejó el chisme y las habladurías de las urbanas porterías, donde pocos hay que lamenten su desaparición. Fue como la de aquellos serenos que parecían y eran llaveros de la nocturnidad y, en su pobreza, eran tan dados al favor como a la propina que recibían como complemento de su pobre estipendio. Eran tenidos o considerados como amparadores de la nocturna salvaguarda, y también, como oportunos comprobadores de los cierres de portales, guiadores de noctívagos para de hospedaje acomodarles o facilitarles una apertura del portal de sus domicilios, y de los amantes de la noche y su difícil localización de llaves, no pocas veces comprensible por el estado de embriaguez física y mental que la nocturnidad propicia. El ¡serenoooo! era habitual en las noches ciudadanas donde nunca fallaba al sonoro reclamo.

Y no vis a vis, sino por email, Carlos Risco me comunica que con su hermano Tom, percusionista-vibrafonista, y un amigo, Álex Salgueiro, organista y flautista, darán un concierto en Xunqueira, la de Ambía, a mediodía del domingo 18 de septiembre. Será en Casa Tomás, en una terraza que, a pesar de su aforo, se va a quedar pequeña. Creo que el activo Tomás, cuñado que fue de los Risco, habrá previsto una ampliación para dar cabida a todos esos seguidores amantes de una música pop que navega por diversas culturas. Un concierto de esos tan agradecidos de oír que siempre aportan lo diferente, no exento de interés y arte.

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