Como un ángel herido

18 DE DICIEMBRE.

Sorpresa, por la Plaza del Hierro camina como un ángel herido Dani. Recuerda, hermano lector, hace un año escribí sobre él. Andaba tan desesperado, estaba tan enganchado y tan cansado de pedir que quería entrar en Pereiro a toda costa. Cómo es la vida, hizo unos cuantos trapicheos y siempre al calabozo. Pero después, el juez siempre lo dejaba en libertad. Un día, por fin, logró su propósito. Acaba de salir. Allí estuvo diez meses largos.

Cierto, lo veo lozano, con buen color y sonriente. “¿Te sentó bien el cautiverio? ¿Qué tal allí?”. “Pues mira, un colegio. Ya dicen que es la mejor prisión de este país y, además, salgo con el paro”, me espeta, “lo jodido es que tarda cuatro meses en llegar y ando sin blanca. También he pedido el mínimo vital. Con dos pagas soy el rey del mundo”.

Como siempre, pone su cara de pedigüeño profesional y escucho con paciencia, no tengo otra, sus desgracias. Ya escribí alguna vez que él para mí es mi ONG. Tiene otro padrino, mi amigo Alberto. “¿Sabes? Como canta Yosi en aquel tema de los Suaves, todas las penas me rondan. He buscado por ahí una habitación, pero son muy caras. Cada vez viene más gente a buscarse la vida y, no sé por qué, se quedan en la ciudad. Así que, como tantas veces en mi vida, duermo entre cartones. He ido al Hogar de Transeúntes y estaba lleno. Además, sólo puedes pernoctar tres días”. Me dijo: “Ando tan desesperado que estoy pensado, con un colega, en ponerme de okupa en una casa que tenemos localizada”.

Le digo: “Pero Dani, allá en la trena dejas buenos colegas”. Se queda pensativo. “No lo escribas, pero lo he pasado mal. Yo era un preso de confianza y a veces, me llamaban para que acompañase a un recién llegado con problemas. Es decir, dormir la primera noche en su celda para que no haga tonterías. Cielo santo, cuando vi al fulano que me había tocado me dio un escalofrío. No puedo decirte quién era, pero qué gran hijo de puta…”.

Todas las penas me rondan. Debe ser cierto, nuestro hombre anda descalabrado. “Iba por una calle un poco oscura, subiendo una cuesta, no sé bien, pero tropecé y aquí me ves arrastrándome con una rotura de tobillo y otras cosas. He denunciado al Concello. Un abogado amigo me ha dicho que es posible sacar unos cuartos, vamos al tanto por ciento”.

Ay, los traumas. En un viejo poema escribí: “Socorro. Qué han metido en mi cabeza”. Desalojar los escombros de la mente es muy jodido

“Ya no estoy para andar por los caminos ni vagar por ahí de mochilero”.

(Estamos en la Plaza del Hierro. Casualidad, llega su otro padrino. Me dice él: “La verdad es que no se protege a esta gente. En estos últimos tres meses murieron dos sintecho en la Alameda. He leído que la Comunidad Europea nos llamó la atención por ser el país que menos se ocupa de la exclusión social, sólo por detrás de Bulgaria. Canta Bob Dylan un estribillo: “Algo pasa, demasiadas gentes tiradas por las calles”.)

20 de diciembre.

El otro día presentó Boadella en el Principal “Ella” en un estreno nacional que lo fue poco, porque en Madrid se anuncia el estreno absoluto para el mes de febrero. Su ayudante de dirección invitó a que la gente no tuviese pereza y fuese a ver la obra. Decidieron actuar dos días. Pero el público de Ourense es difícil y, lamentablemente, tuvieron una muy discreta entrada. Quiero escribir de la obra. La protagonista, María Rey-Joly, soprano, interpretó y cantó con pasión temas clásicos. Nos llevó en un zarandeo emocional.

Una mujer es violada. Acosada por los traumas, busca liberarse de sus espectros. Música clásica y palabra se relacionan en la obra. Ay, los traumas. En un viejo poema escribí: “Socorro. Qué han metido en mi cabeza”. Desalojar los escombros de la mente es muy jodido.

Los flashes golpean al espectador. Una obra lisérgica, que diría el maestro Haro Tecglen. Como una terapia de grupo. El decorado, austero como un verso de Machado. En mi opinión, dos meses es tiempo suficiente para mejorar, sobre todo ese final tan edulcorado como un cuento de Navidad.