Opinión

Esto es lo que parece

En la peluquería del barrio, que antes era un bullir, me dicen que las clientas habituales apenas aparecen por allí para cortar y teñir -pongamos una vez al mes- y que el resto del trabajo son bodas y bautizos. De la manicura, ni hablamos. En el barecito de al lado del trabajo, antes a rebosar de oficinistas recien llegados del atasco a la hora del desayuno, que en vez de las tres docenas de porras y churros que encargaban antes a la churrería ahora encargan una y a veces les sobra la mitad y que han dejado de hacer bollería porque los clientes solo piden el café (¡y se traen las galletas de casa!), que de las tres o cuatro tortillas de patatas para pinchos que hacían han pasado a una que a veces sirven gratis como tapas a media mañana para no tener que tirarla, que la solicitadísima especialidad de la casa (unas croquetas y unas empanadillas de las de antes) ha corrido idéntica suerte y a pesar de ello llegan a media mañana en la vitrina, y que a la hora del ‘menú’ sobran mesas (tienes diez nada más) y donde hay cola es en la tienda de chuches y pan que hay al lado del chino de la esquina. Y que de la copita de después de comer se han olvidado porque, si entra alguien, es a preguntar algo. Pero, no hay crisis.


En el supermercado, ‘marcas blancas’ y con lista para no salirse del guión de lo imprescindible. Las colas para pagar son historia. En las gasolineras, llenar el depósito se ha convertido en un lujo de primeros de mes... para quienes trabajan donde siguen pagando a primeros de mes, claro. En el banco, el antes hipersonriente ‘asesor personal’ en inversiones hace ahora de paño de lágrimas de quienes no pueden pagar la hipoteca, o el coche, o el crédito que se gastaron en las últimas vacaciones, o la letra de los electrodomésticos que renovamos (sin necesidad, tonta que eres tonta, ya te dije yo que... o al revés, tonto, que eres tonto) para ayudar a Zapatero a frenar el cambio climático... Pero, según el gobierno, esto no es una crisis si no una ‘desaceleración’.


¿Cuál es la diferencia? ¿De qué pasta están hechos estos políticos? ¿En qué país viven? Que se bajen del coche oficial un ratito, por favor. Para los cientos de miles de personas -padres, madres, hijos: cada cual con su historia y con su pena- que ya han ido al paro, es verdad que esto no es una crisis, esto es Waterloo. Y la única opción que la pasividad del gobierno le deja a los cientos de miles que, según las previsiones, les seguirán, es rezar para que no se cumplan... mientras agotan la cosecha de tila. Que le llamen como quieran, pero esto es lo que parece, y hacer algo, lo decente.



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