Opinión

Los guías paralímpicos: ojos para toda la vida

Fin a los Juegos de Vancouver tras el turno de los paralímpicos. En España se dio la curiosa circunstancia de que esta expedición superó en resultados a la olímpica, que regresó de Canadá sin metales y con el susto de Queralt Castellet, sin que ello disminuyese el mérito de participar ante los mejores. Sus compañeros lograron nada menos que tres metales, todos ellos obra del esquiador Jon Santacana: un oro en la prueba de descenso y dos platas en las pruebas de slalon y gigante.

En su momento escribimos sobre todos estos atletas tan especiales. Quienes no sólo superaron sus problemas personales para adaptarse a la nueva situación, sino que han alcanzado un nivel de verdadera excelencia llevando a su cuerpo a un límite que al resto de mortales nos costaría imaginar. Cada uno según su nivel y posibilidades. Sin complejos ni quejas. Vaya para ellos toda nuestra admiración y respeto. El mismo que ya encuentran en la mayor parte de la sociedad, con una mayor repercusión en los medios de comunicación.

En esta ocasión, también nos fijamos en los colaboradores de estos héroes, en su mayoría guías. Personas dotadas de unas cualidades psicológicas únicas, además de unas condiciones físicas destacables. Tengan en cuenta que los guías deben prepararse al mismo nivel que sus compañeros. Deben conocer a la perfección todas las sensaciones y movimientos de su compañero. Antes, durante y después de cada entrenamiento y competición.

Se entabla entonces una relación que suele desembocar en una profunda amistad -no cabe otra posibilidad para el éxito- en unas vivencias que marcarán para siempre a ambos.

Además de su generosidad inicial al aceptar el reto, el guía debe dominar sus propias pulsiones. Encontrarse en un escenario olímpico, ver al resto de competidores por delante y no poder exceder los límites de tu pareja podría ser una frustración para muchos. O quedarse fuera de una cita, en perfectas condiciones, por la lesión del otro yo. No sirve cualquier persona.

En los primeros Juegos de esta especialidad se otorgó una gran importancia al atleta principal, casi ignorando a su fiel vasallo. Era una paradójica discriminación. Hoy se ha corregido esta tendencia. Se entrega otra medalla al guía y conocemos casi por igual a Jon Santacana y a su mejor amigo en la nieve, Miguel Galindo, unidos por los éxitos después de una década de trabajo.

Una situación, con medalla o no, que se repite entre tantos participantes de esta selección paralímpica, la cual nos colma de alegrías en cada ocasión. Sea en verano o invierno. Son los héroes de nuestro tiempo.

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