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El economista y profesor Antón Costas (Matamá, Vigo, 1949) es una de las cabezas mejor ordenadas del país. Su brillante trayectoria iniciada como Ingeniero Técnico Industrial por la Escuela de Vigo, alumno aventajado de profesores como Fabián Estapé y Ernest Lluch, catedrático de Política Económica en la Universidad de Barcelona y, en la actualidad, presidente del Consejo Económico y Social de España, muestra un camino empedrado de esfuerzo y vocación de servicio. También con buen sentido para analizar la realidad sin anteojeras ideológicas.
Referirnos a él, a Antón Costas, es siempre oportuno porque no ha renunciado a intervenir en los debates sociales y ofrecer sus opiniones más allá del ámbito académico. Son imprescindibles sus frecuentes artículos y los tres libros publicados entre 2011 y 2021, junto al también catedrático de Economía Política en la Universidad de Vigo, Xosé Carlos Arias. En ellos analiza la “arrogancia del mundo de las finanzas, arrogancia de pretender contar con modelos de estabilidad a largo plazo y arrogancia de los sujetos políticos con estilos tecnocráticos de gobierno” (La torre de la arrogancia, 2011); se pregunta si “puede el capitalismo salvarse a sí mismo” (La nueva piel del capitalismo, 2016) o, tras la pandemia, proponer un “nuevo contrato social que permita una reconciliación de capitalismo, progreso social y democracia liberal”, (Laberintos de prosperidad, 2021).
No basada tanto en las facilitadoras soluciones tecnológicas como en un nuevo modelo de colaboración público-privada-social, abandonando “anacrónicos prejuicios sobre el Estado”
Si fuera necesario establecer el origen del pensamiento económico y social de Antón Costas, este se aproximaría al ordoliberalismo germano, aquella escuela de economistas que, a mediados del siglo pasado, sentó las bases del milagro alemán de postguerra pilotado por Ludwig Erhard, ministro de Economía y después canciller federal entre 1963 y 1966. Una síntesis equilibrada de pensamiento democristiano, principios liberales y responsabilidad social. Desde esas premisas, Antón Costas sigue predicando la necesidad de un nuevo contrato social, tanto de ámbito estatal como europeo, sobre tres ejes: acabar con la pobreza infantil, crear buenos empleos de clase media mediante la formación en conexión con las necesidades de las empresas y fomentar el acceso a la vivienda para “facilitar la emancipación de los jóvenes, evitar el drenaje de sus ingresos salariales y reducir la concentración de la riqueza”.
Sobre el futuro, Costas tiene una visión esperanzada. No basada tanto en las facilitadoras soluciones tecnológicas como en un nuevo modelo de colaboración público-privada-social, abandonando “anacrónicos prejuicios sobre el Estado”. Sin el Estado, añade, “no se podrán lograr transiciones digitales y verdes justas”. Leer a Antón Costas nos recompensa siempre. Su optimismo basado en datos, con las personas en el centro de los cambios, le lleva a asegurar que “las crisis son como las bisagras de una puerta”. Nos permiten pasar de una habitación de la historia a otra”.
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