Opinión

15-M Y LA LEY DE PARETO

No, por favor, no me he pasado en copas, soy prácticamente abstemio. La casualidad me hace relacionar cosas sin aparente relación inicial pero que me provocan un comentario. La eclosión el pasado día 15 del llamado movimiento de 'democracia real' nos ha sorprendido por su inesperada aparición, su éxito colectivo y la mayoría de propuestas que asume. Las causas que han llevado a la indignación de un amplio sector de la población son conocidas. El llamado mundo libre, resulta que no lo es tanto, pregona un principio de actuación democrático en el que leyes, justicia y acción política, trípode independiente del poder, emanan del pueblo y que posteriormente mediante normas orgánicas resultan embridadas por el Ejecutivo, que obstaculiza y controla su libre funcionamiento.


La Ley Electoral consagra de hecho que el valor práctico del voto de cada español sea diferente dependiendo del territorio en que éste habite. El nombramiento de magistrados de los altos tribunales mediante el reparto de cuotas políticas avergüenza a muchos españoles. La corrupción, presente en nuestra vida pública en formas diversas -¿qué otra cosa es el transfuguismo político?- apesadumbra al pueblo. El reparto de la riqueza nacional, misión que el PSOE no ha sabido mitigar, es indignante.


El economista Vilfredo Pareto enunció su Ley, también conocida como la regla del 80-20, basándose en el denominado conocimiento empírico. Observó que la gente en su sociedad se dividía naturalmente entre los «pocos de mucho» y los «muchos de poco»; se establecían así dos grupos de proporciones 80-20, tales que el grupo minoritario, formado por un 20% de población, ostentaba el 80% de algo, y el grupo mayoritario, formado por un 80% de población, el 20% de ese mismo algo. ¿Se mantiene hoy la proporción o es todavía más desfavorable para los menos favorecidos? ¿Hay justicia social? Un salario de ocho millones y medio de euros anuales ¿tiene algo que ver con el salario base? Por ser un grito de indignación justo, el 15-M merece respeto y admiración pero, atención, entre sus gentes existen facinerosos que deben ser desenmascarados. Aquí, en Ourense, en la Praza Maior, un individuo que peinaba coleta gritó: 'Con las tripas del último rey colgaremos al último cura'. No me consta que ningún policía se excitara con tal manifestación y actuara para dignificar la llamada libertad de expresión, además ¿resuelve el problema económico el valor de ambas tripas? ¡Váyase el 'coletas' a hacer morcillas!

Te puede interesar