Opinión

Cosas de la transición

Hace treinta años y tres meses, día arriba día abajo, de lo que les cuento a ustedes. No fue ‘en Nueva York una Nochebuena’; ocurrió en la ciudad de Ourense y tuvo como protagonista a un insigne conciudadano de cuyo nombre no quiero acordarme. Su intervención resultó magistral, su imaginación brilló en lo sublime y su capacidad de repentizar podemos decir, emulando a un moderno, que resplandeció en el firmamento de lo ‘megacósmico’. Me explicaré: en aquellos días había comenzado la campaña electoral de las primeras elecciones legislativas de la Democracia española actual. Casi dos años antes, en siete días se cumplirán los treinta y dos años, los españoles habíamos participado en las primeras elecciones libres y Constituyentes, aquellas en que en fechas próximas anteriores había manifestado el inolvidable Pío Cabanillas: ‘no saber quienes las íbamos a ganar’. El que esto narra formaba con Gustavo Pérez Puig el equipo de seguimiento para TVE, de Adolfo Suárez, candidato y Presidente del Gobierno y de UCD en las fechas de febrero-marzo de 1979, que relato.


Se había decidido que la comitiva electoral viajaría con discreción y con escasa y poco notoria protección policial. Ourense fue la primera escala en Galicia, y los seguidores y simpatizantes de Suárez organizaron un acto público de los llamados multitudinarios, creo recordar que fue un mitin cena o algo parecido. Los que siempre íbamos primero, el Jefe de Seguridad, Lito -el cuñado de Suárez al que recuerdo con afecto- y un servidor nos entrevistamos con los encargados responsables del, lo diré en cursi, evento y en un momento temprano de la conversación el citado Jefe de Seguridad de Moncloa preguntó quienes se encargarían de la seguridad del Presidente, de su corto séquito y de los asistentes al acto. Las miradas se cruzaron frías entre los organizadores. Se mascó su tragedia, habían olvidado quienes y cómo velarían por la seguridad. Fueron segundos de dudas hasta que el personaje de cuyo nombre no quiero acordarme espetó con firmeza y seguridad: Los camareros, mi querido amigo, muchos son policías camuflados. Todos quedamos tranquilos, pienso que los encargados del acto debieron sacar en hombros al sagaz y genial mentirosillo. Todos fuimos felices, no recuerdo si cenamos perdices y el Grapo y la ETA perdieron, por falta de información, la oportunidad de convertir a nuestra ciudad en un Dallas a la gallega. ¡Pregunten a los que de esto saben! No se trata de algo inventado, es simplemente una página poco conocida de la historia de Ourense y de España.

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