Opinión

De lo que ¡no tiene enmienda!

Es algo que no tiene solución, una atracción universal, una función que tiende a un límite irresoluble y que a veces reside tan próximo como en el piso de arriba, el escaño cercano o el del opositor; arrasa a prójimos y prójimas, hace estragos en vecindarios, parlamentarios, sindicalistas, munícipes, deportistas y hasta en grupos sociales tan estrictos como el clero según confirman noticias que nos llegan del Paraguay.


Su práctica, si no supone abuso de poder, coacción, violencia ni remordimiento de conciencia, garantiza felicidad, faz sonriente y, cómo no, apetito por comerse, también, el mundo. Resulta guay, ¡pero!, siempre hay un pero que puede fornicar a la alegría del deber o del no deber cumplidos. En España, desde 1978, su práctica está tolerada en la conducta de políticos y hombres públicos, desde la más alta institución hasta el más modesto concejal no tienen problema público ¡gracias a Dios! si se conoce algún acto de alegría braguetil.


El progresismo imperante, y repito que ¡gracias a Dios!, nos ha salvado de aquella doble moral del franquismo. En apoyo de nuestras buenas y nuevas costumbres nos llegan, guay del Paraguay, noticias que confirman el master en modernidad, progresismo y honestidad que está aplicando en su tierra el excelentísimo señor don Fernando Lugo, actual presidente democrático y ex Obispo que parece ser metía más que Mesi en femeninas porterías y que con su hisopo no sólo repartía agua bendita. Tres, de momento, son las madres que reclaman para sus hijos el reconocimiento de paternidad al ex obispo y progresista Fernando Lugo (alias Lugaucho).


He visto las fotos de las beneficiadas por el exobispo y deduzco que el matador tiene buen gusto. En las calles hay pintadas que rezan yo también quiero ser obispo y parece ser que Los Ángeles, un grupo musical de apropiado nombre, cantan en un nuevo estribillo: Lugaucho tiene corazón pero no usó condón. Pobres, algunos curas de nuestros pueblos, que tenían que aguantar sobrinas, amas y otras sirvientas que con probidad cristiana les ayudaban abnegadamente a cargar con la cruz de la abstinencia. Está visto que ‘la jodienda no tiene enmienda’.



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