Opinión

¿Por qué, papá?

Los hijos e hijas tienen una serie de costumbres que, en ocasiones, nos sacan de quicio a los papis y mamis. ¿Han olvidado la retahíla de preguntas que nos han hecho nuestros vástagos, miembros y miembras de nuestras queridas familias? Contestabas y de inmediato te asediaban con un: sí, pero ¿por qué? En ocasiones tenías la tentación de ponerles una servilleta en la boca. Habías contestado muchos por qués y ellos volvían a la carga. Bueno, pues estas anécdotas me recuerdan las preguntas que me estoy haciendo estos últimos días. Creo que ha sido en Málaga donde se ha producido un desgraciado suceso que ha supuesto el tránsito ‘al más allᒠde un hombre, joven esposo de otro hombre joven, que después se suicidó para reencontrarse otra vez en el más allá, no sé si para disfrutar de la paz eterna o para seguir zurrando la badana al cónyuge ultimado. Hasta aquí todo normal, es la desdichada y repetida historia que conocemos a menudo y que tan sensibilizados nos tiene; es, en principio, un desdichado incidente de los denominados de violencia de género. Eso pensaba yo, pero estaba en la inopia legal. ¿Por qué, papá? me hubiera gustado preguntar, pero ni tengo edad ni desgraciadamente papá.


He indagado y la desdichada historia que nos ocupa no puede ser considerada bajo el prisma de lo entendido como violencia de género, y que sólo se refiere a las acciones cometidas por varones contra la integridad de las hembras o damas. En este caso, primero y hasta ahora único, la violencia de género no es aplicable. En mi interior la voz de la conciencia me dice: ¿por qué, papá? Me dan ganas de gritarme: ¡niño, cállate coño! La buena educación me manda callar y pienso. Si en un matrimonio el miembro se carga a la miembra, la cosa está clara, la violencia de género es evidente. En este aciago y luctuoso incidente matrimonial resulta imposible determinar cuál de los miembros de la legal unión actuaba en funciones de androceo o gineceo. ¡Dios, qué cosas pasan en el siglo XXI!

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