Opinión

Los viejos verdes

Tildar a una miembra o miembro de nuestra democrática sociedad, con ganas de tralará, como viejos verdes es inexacto y cruel. Empieza el disparate con la definición que de ellos ofrece el diccionario de la lengua española: ‘El que conserva inclinaciones galantes o apetitos carnales impropios de su edad’. No basta con lo que la sesuda Academia manifiesta. Para ser un ‘viejo o vieja verde’ auténtico es necesario que ese apetito carnal se despierte por carne y alma tersa, dura, alguien mucho más joven. El objeto del nuevo deseo no es solamente eso, un deseo, es una terapia que rejuvenece y ayuda a recuperar ilusiones perdidas. Ser un viejo o vieja verde es soñar con un volver a tener ilusiones y vigor que sólo te ofrece un antagonista que esté sobrada o sobrado de ello. El ser viejo verde comienza cuando las chavalas te empiezan a llamar de usted. Ese día comienza el declive moral, la desesperanza y la preocupación. Los que recientemente han entrado en la Cofradía comienzan a consultar los efectos de la Viagra aunque no la necesiten. Cuando se pierde la galanura algo suyo ‘se quema’.


Originalmente el viejo verde no era lo que es hoy. Antes, el epíteto no estaba cargado de ofensa y por el contrario movía a orgullo a quien se lo aplicaban. He leído, naturalmente en Internet, que ser un viejo verde, allá por el siglo XVI, era muy satisfactorio pues con ello se quería calificar a las personas que conservababan su vigor y lozanía. Y así se decía en latín vulgar que ‘viridis a vigore’, verde es vigor. Incluso a los hombres maduros de pelo canoso se les comparaba con las cebollas, hortalizas de la familia de las liláceas, que se caracterizan por tener la cabeza blanca y el rabo verde, de donde proviene otra expresión más peyorativa aún: ‘viejo rabo verde’. A partir del siglo XVII, y particularmente en castellano, se le fue dando una connotación obscena, lúbrica, al término viejo verde, que tanto en italiano como en francés conserva su sentido favorable. Y a falta de una explicación coherente, habrá que suponer que fue un sentimiento igual de verdoso, la envidia, el que dictó el cambio de giro a la expresión.


Volvamos a la actualidad, tal vez les extrañe que no critique ni comente la actualidad pero esta mañana me he afeitado la barba, me he mirado en exceso al espejo y he pensado en Cayetana, la Duquesa de Alba. ¿No les parece lógico que hable de ‘viejos verdes’? A ver si ligo y me encuentro más optimista y con ganas de pasar ‘la noche buena’, o mejor la ‘tarde mejor’. ¡Viejo verde busca chica ecologista! ¡Abur!

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