Opinión

Casi un mes en ascuas pero gobernando

Prácticamente un mes habrá que esperar para conocer la composición del nuevo -o no tan nuevo- Gobierno de la Xunta. Rueda, hombre de apariencia tranquila y temperamento flemático, se lo toma con calma, con toda la calma del mundo. Y pide paciencia. Él mismo reconoció en un desayuno informativo en Madrid que hasta dentro de tres o cuatro semanas no concluirá el proceso de renovación de mandato que arrancó con las elecciones del 18 de febrero. Los plazos podrían abreviarse, pero esta vez no se acortarán al meterse por medio las sagradas vacaciones de Semana Santa y la boda del alcalde Madrid, José Luis Martínez-Almeida, un bodorrio por todo lo alto, como quien dice una ceremonia de partido, ya que en ella estarán muchos de los principales dirigentes del PP, que tampoco quieren perderse la investidura y sobre todo la solemne toma de posesión de uno de los suyos, el nuevo barón con todas las letras, Alfonso Rueda. Así que si hay que ajustar el calendario, se ajusta. 

Rueda no tiene prisa por muchas razones. Ante todo porque ya está en el poder y no sólo lo ocupa, lo ejerce sin apenas restricciones. Cada vez que se le pregunta por lo dilatado de los plazos insiste en que Galicia tiene un Gobierno que funciona, aunque esté en funciones, gracias a contar con unos Presupuestos autonómicos aprobados en tiempo y forma. Cuando derrotó al bipartito en 2009, a Alberto Núñez Feijoo, sin embargo, le pareció un mundo el tiempo que tardó en asumir el poder, tanto que propuso regular por ley el traspaso de poderes. Cuando ya se está gobernando naturalmente no hay prisa por llegar. Se puede dar tiempo al tiempo y cocinar las decisiones a fuego lento, desde la restructuración del organigrama, anunciada por el propio Rueda, a la confirmación de los conselleiros que se queden y el nombramiento de los nuevos.

A los actuales conselleiros y conselleiras, estas casi cuatro cuatro semanas de suspense se les van a hacer, no largas, sino larguísimas. El suyo va a ser un sinvivir. Días y días pendientes del teléfono o de una cita con el presidente en persona para saber si seguirán o no en su actual cargo, si continuarán siendo conselleiros pero cambiando de departamento o se irán a su casa, esto es, a su ocupación anterior, aunque todos son diputados y el asiento en el Parlamento es una cómoda red de seguridad. Es probable que no sepan lo que va a ser de ellos y ellas hasta un par de días antes o incluso la noche inmediatamente anterior a la publicación en el DOG de los nombramientos. Porque Rueda no piensa dar pistas, ni parece dispuesto a lanzar globos sonda, como hacen otros.

 Por ahora, don Alfonso sólo ha dicho que quiere tener a su lado a “los mejores”. Algo que a los interesados les tiene que resultar desconcertante, porque es como decir que todos le sirven -ha dicho que son “magníficos conselleiros”- pero que, llegado el momento, puede prescindir de cualquiera. Así de claro. Que se lo digan a Ethel Vázquez, a la que pilló de sorpresa ser destinada a la Mesa del Parlamento. Lo único seguro es que será un Ejecutivo a la medida del presidente, un Gobierno -el primero- totalmente ruedista. Seguramente entre los que a día de hoy están en ascuas, ninguno o casi ninguno puede saber con un mínimo de certeza a quién considera Rueda de los suyos y a quién no. That is the question. He ahí la madre del cordero.

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