Opinión

Escasez de candidaturas, un déficit democrático

O sobran ayuntamientos o faltan candidatos. O las dos cosas. Sólo el Partido Popular, la fuerza tradicionalmente hegemónica en Galicia, presenta listas en los trescientos trece municipios gallegos. PSdeG y Benegá no han conseguido todavía llegar a unos cuantos de esos pequeños “concellos” del ámbito rural, la mayoría en fase de extinción, cuyos habitantes siguen condenados a elegir entre un par de papeletas o quedarse en casa el 28-M, el día en que se renuevan las corporaciones locales de toda España. Si bien no es motivo de alarma, no deja de ser preocupante, por lo que tiene de déficit democrático, que en treinta y tres localidades solo haya dos candidaturas y en ciento treinta y tres sean tres las opciones, en casi todos los casos los principales partidos de la comunidad, porque el resto de las fuerzas, incluyendo a la emergente Vox, a la casi extinta Ciudadanos, a Podemos, Esquerda Unida o lo que queda de las “mareas”, tienen una presencia casi residual excepto en las ciudades o en sus entornos.

El asunto es aún más preocupante teniendo en cuenta que, a diferencia de lo que ocurría en las primeras elecciones municipales, ahora los candidatos a alcaldes y concejales ya no tienen la obligación legal de vivir en la localidad donde concurren. El cambio se produjo a principios de los noventa, cuando sobre todo al PP pero también al PSOE, le costaba completar las listas en algunos municipios vascos por la amenaza que en los años de plomo suponía el terrorismo de ETA. La eliminación del requisito sirvió también para resolver el problema de pequeños “concellos” en los que, por la escasa población o el desinterés político, entre sus habitantes nadie nada daba un paso al frente para hacerse con el bastón de mando. En la llamada “España vaciada”, no tanto en Galicia, son muchos los ayuntamientos cuyo regidor vive en otra localidad, incluso a muchos kilómetros de distancia, en la cabecera de la comarca o en la capital de la provincia. 

Populares, socialistas y nacionalistas reconocen que en más de una ocasión los candidatos eran como quien dice hasta ayer personas ajenas a la política y sin vinculación directa con los partidos por los que se presentan a las elecciones. Fichajes casi a ciegas, con el riesgo que ello comporta. Gente indecisa o renuente, a la que hubo que convencer en el último minuto para que diera un paso adelante después de pensárselo mucho. Sin embargo, también hay quien estaba esperando ansioso que alguien llamase a su puerta para lanzarse al ruedo municipal sin importarle ni las siglas ni la ideología a la que habría de adscribirse. Al contar con ellos, los partidos saben que asumen un riesgo, que les pueden salir rana o simplemente no aceptar las directrices del aparato e ir por libre a la hora de adquirir compromisos o establecer pactos. La casuística es amplia. 

El grueso de quienes figuran en las listas del 28M carecen de experiencia política y de unos conocimientos básicos sobre la administración local. Cazados a lazo, sin que importe siquiera su inclinación ideológica, no se les ha formado para la tarea que desempeñarán en el Consistorio, sean gobierno u oposición. Los aparatos de los partidos no se toman en serio la formación de sus cuadros ni de sus cargos públicos. No se les da doctrina, ni se le transmiten las bases programáticas. Puede que esa carencia, con lo que conlleva de falta de compromiso militante, explique el transfuguismo y la trashumancia que tanto abundan en el ámbito municipal y que, corrupción aparte, constituyen una de las principales causas del desprestigio de la política. Cuando sin exigencias, teniendo toda la manga ancha del mundo, en muchosos casos cuesta Dios y ayuda encontrar candidatos, qué pasaría si tuvieran que cumplir unos mínimos requisitos... Que en más de media Galicia habría que cazarlos a lazo. 

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