Opinión

La gran responsabilidad de los indecisos

Según las encuestas más serias, a menos de dos meses de las elecciones municipales, casi cuatro de cada diez ourensanos no ha decidido todavía si acudirá a votar ni a quién votará si al final no opta por no quedarse en casa. Seguramente sucede lo mismo en el resto de los pueblos y las ciudades gallegas. La elevada proporción de indecisos invita a la cautela a la hora de hacer pronósticos a partir de lo que manifiestan quienes sí parecen tenerlo claro. Sin embargo, la singularidad de Ourense es que de quienes no tienen claro qué harán el 28M puede depender que la tercera ciudad de Galicia deje atrás la anomalía en la que vive instalada desde que Gonzalo Pérez Jácome ocupa la alcaldía (porque no se puede decir que gobierne). La demoscopia vaticina un preocupante escenario que puede agravar y cronificar el bloqueo que padece la política ourensana con consecuencias, como siempre, más dramáticas para los ciudadanos de a pie que para los responsables públicos.

No es improbable -y muy de temer- que las urnas arrojen un empate técnico entre PP y PSOE en el marco de una endiablada aritmética que vuelva a depositar la llave de la gobernabilidad en manos de Jácome. Si a derecha e izquierda la suma no da, la única salida para devolver la cordura al Consistorio ourensano es un pacto de caballeros entre los candidatos popular y socialista para que gobierne la lista más votada o, en su caso, la que logre sumar el mayor número de concejales mediante el apoyo de alguna de las otras fuerzas minoritarias, que también han de ser tenidas en cuenta. Escuchando a Manuel Cabezas y a Francisco Rodríguez se podría dar por hecho un acuerdo de esa naturaleza, basado en el sentido común y más aún en el sentido de lo común. Un entendimiento sostenible en el tiempo y respetuoso con la voluntad de las urnas y la capacidad de los partidos para configurar mayorías suficientes.

Ahora bien, aunque ambos exalcaldes, gente seria y de fiar, se hayan comprometido públicamente a no pactar con Jácome en ninguna circunstancia, puede que a la hora de la verdad no puedan evitar que sus respectivos partidos -aunque sea sin ellos, porque se echen a un lado- acaben teniendo que aceptar pulpo como animal de compañía por razones de fuerza mayor, o de alta política, o de mera conveniencia. En las elecciones de mayo además de las alcaldías están en juego las diputaciones provinciales y en alguna de ellas, no necesariamente la de Ourense, que la presidan unos u otros puede depender de impredecibles cambios de cromos y casi imposibles alianzas, en las que casi no cuentan los criterios locales, porque quienes tienen la última palabra son las cúpulas regionales de las fuerzas políticas.

Aunque en la práctica ese fuera el único modo de desactivar a Jácome, lo que parece improbable, se mire por donde se mire, es que PP y PSOE vayan a gobernar juntos en la ciudad de As Burgas después del 28M a pesar de que más de un 57 por ciento de los potenciales votantes ourensanos, a priori, se manifiesten a favor de una gran coalición en el supuesto de que ninguna de las dos candidaturas logre mayoría absoluta. El actual alcalde -que muy en su línea aspira a derrotar a las encuestas- está convencido de que puede “recuncar” si recupera los escaños perdidos por las crisis internas de su partido y las matemáticas poselectorales le siguen siendo propicias. Los llamados a evitarlo son, precisamente y sobre todo, quienes aún no parecen ser conscientes de lo trascendental que puede ser su voto para “desjacomizar” Ourense.

Te puede interesar